viernes, noviembre 22 2024

por Redacción

A la lista de cómo saber si un amigo es verdadero amigo, o puro cuento, debemos añadir:
1) En la cama del hospital
2) En la cárcel
3) En el manicomio
4) EN TIEMPOS ELECTORALES
Esta cuarta opción es quizá la más anodina, sin embargo, es importante ver cómo en cuanto se dejan sentir los primeros vientos de elección, las amistades se vuelven más quebradizas que una esfera navideña de Chignahuapan.
Y usted, ¿a cuántos “amigos” ha borrado del Facebook esta semana por culpa de sus afinidades partidistas?
La política, como la religión y el fútbol, enciende pasiones. Por eso entrar en controversia sobre el destino del país no es tan estéril.
Fíjese bien cómo en estos meses, lentamente, usted se va a deshacer de algunas rémoras que antes le bebían el aliento. Y no vamos a hablar de que si un candidato es mejor que otro porque francamente todos están para llorar.
Lo interesante es medir la temperatura del malestar social que circunda.
Dese cuenta cómo un sujeto “A”, que ni en sueños de opio va obtener algún beneficio del candidato por el que desgañita, termina dejando el alma y la piel olvidando que todas las promesas de cualquier político son sólo eso: promesas.
El Síndrome de Estocolmo que padecen los hinchas de los candidatos es peor que aquel que padecieron las víctimas de Charles Manson y otros imbéciles “iluminados” que murieron en la raya antes de asumir que no eran más que marionetas que el propio aparato movía con sus hilos invisibles.
Ojo ahí.

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