miércoles, noviembre 13 2024

ON HAIR/ por Samuel Torres

Iniciamos esta sección tendenciosa de la moda; con chile, sal y limón (si no me equivoco somos el único país en el mundo donde se combinan estos elementos: sal y limón)

Intentaré en estas líneas expresar mis opiniones, enriquecer tus referencias, y sobre todo hacer  click con el lector; que lo invite a pensar los cómo, cuándo y porqués del mundo de la imagen personal, moda,  tendencia y todo lo relativo al microcosmos del glam y el look.

Esta semana nos serviremos el molcajete con el polémico tema Yalitza, muy en voga en redes sociales y obligado tema de conversación en cualquier sillón de salón de uñas.

Oriunda de Oaxaca, afortunada acompañante de una amiga a un casting, hechiza el ojo de un afamado director de cine, supongo que por reunir todas ( absolutamente todas) las características que el papel protagónico de la película Roma demandaba: una muchacha de servicio doméstico de los años sesenta que por ninguna razón pareciera la clásica actriz fingiendo algo que no es; sin una belleza atractiva –a primera vista– para que no mostrara ser una divinidad llevada al standard indígena, no sólo mexicano , sino latino.

Salma Hayek y demás actrices que han intentado hacer carrera en Hollywood eran sobradamente atractivas y , desde mi punto de vista, jamás se “rebajarían” a hacer un papel doméstico de ese perfil.

Así pues la película empieza recibir reconocimientos al por mayor, y un buen día, el escritor de la vida real de nuestra heroína le asigna un capítulo inesperado: los críticos la nominan para el premio Oscar a mejor actriz protagónica. Es ahí donde el cairel se anuda y empieza a parecer la rasta; los medios de comunicación catalogan a nuestra protagonista como la máxima nueva exponente de la belleza mexicana.

La belleza es un concepto relativo y determinado por cánones individuales, grupales y colectivos. Sin  embargo, hay constantes matemáticas que parecieran coincidir en los conceptos globales de la belleza: buscar la proporción áurea, secuencia de Fibonacci y máscara de Marquardt.

Resulta que nuestra princesa de cuento no ajusta con prácticamente ninguna de estas constantes. Sin embargo, para eso existimos los profesionales del “verse bien”, aparentemente tenemos abierta la app mental del “cómo te hago bonito” y la habilidad de hacer “la talacha” para lograrlo.

Gran trabajo se ha hecho en las portadas de revista internacionales, ¡para hacerla encuadrar en los estándares! A ello, el grueso de la población le llama “arreglarla”; yo lo llamo ajustar sus patrones a una constante donde muchos, de ser posible la mayoría, la consideren hermosa.

Con esto no quiero hacer una análisis despectivo o elitista, sino un enfoque objetivo de que, en el fondo, la decisión de quién es bello y quién no,  no es una definición individual o que se genere al libre albedrío.

La belleza, tu belleza, es el resultado de aprovechar los elementos armónicos de tu imagen y aplicar los ajustes necesarios para cuadrarlos dentro de las constantes estéticas universales.

¡HE DICHO!

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