La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía
Cuando Olimpia Coral Melo aceptó que su novio la filmara teniendo relaciones sexuales con él no imaginó lo que vendría.
El novio se hizo el desentendido en dos momentos: cuando el video fue subido a Facebook y cuando le preguntaron si él era quien aparecía ahí.
(Olimpia y él llevaban seis años de novios).
El tipo se escondió en su cobardía.
Olimpia, en cambio, enfrentó el dedo acusador de la horrorizada sociedad de Huauchinango.
Ella era la culpable porque las mujeres siempre son culpables.
Salir a la calle significó enfrentar los comentarios de la maledicencia.
Muchas de sus amistades le dieron la espalda.
Su teléfono se llenó de acosadores.
Su familia se colapsó primero, pero terminó por apoyarla.
La primera que lo hizo fue su madre
Tres intentos de suicidio dejaron atrás a la Olimpia vejada y humillada.
La nueva Olimpia se atrevió a salir a la calle y a acudir al Ministerio Público.
Los horrorizados jueces de la moral la vieron caminar por las calles y la señalaron desde su hipocresía aldeana.
Ella resistió.
El MP vio su video con una risita estúpida y le dijo que no había delito que perseguir porque no estaba ebria ni drogada.
Salió de ahí frustrada pero llena de ideas.
No concebía que el escarnio y la exhibición pública de un video privado no fuera considerado un delito.
Se puso a estudiar el tema de tiempo completo.
Y fue venciendo resistencias.
El tiempo le dio fortaleza.
También fue descubriendo que no era la única en esas condiciones.
Centenas de chicas en varias partes del país enfrentaban lo mismo que ella.
Empezó a organizar foros y a acudir a las mesas de los legisladores locales.
Su voz empezó a ser escuchada.
Quizás sin saberlo se empezó a crear un movimiento.
Varios años han pasado desde entonces:
Doce legislaturas han aprobado ya la denominada Ley Olimpia.
Y el parteaguas sobrevino el jueves anterior, cuando después de decretar la alerta de género en la Ciudad de México una muy sensible Claudia Scheinbaum exhortó al Congreso local que apruebe la Ley Olimpia.
Lejos de la soberbia y la fatuidad, Olimpia tomó el gesto de la Jefa de Gobierno con ojos llorosos y una gran emoción.
Su lucha no era en vano.
Hoy por hoy es ya una mujer emblemática llena de futuro.
¿Dónde quedaron sus detractores que la insultaban en las redes y en las calles?
En la mediocridad de la que nunca salieron ni saldrán.
¿Dónde quedó el novio cobarde y evasivo?
En las penumbras de la vidita aldeana.
¿Dónde está la hipócrita sociedad que la crucificó?
Crucificando a nuevas víctimas de la murmuración.
Olimpia ya es una ley, sí, pero también es una mujer guerrera que sigue recorriendo el país todos los días sensibilizando a legisladores omisos e ignorantes, y abrazando a las nuevas víctimas de esa violencia sexual que habita en las redes “sociales”.
Esa violencia que es hermana gemela de los feminicidios.
Es cuanto.