domingo, abril 28 2024

Tala/ Alejandra Gómez Macchia

En unos cuantos meses de gestión, la alcaldesa Claudia Rivera Vivanco ha brillado por su inoperancia e intransigencia. Simplemente no está para nadie. No se le puede pedir audiencia porque anda descifrando los misterios de la meditación transcendental y las apostillas de los sonetos de Sor Juana.

Cada día, desde que rindió protesta, aparece en los medios como una figura gris y completamente falta de experiencia, pero sobre todo, como una persona renuente al consejo y al diálogo.

Cuando ganó apabullantemente en las urnas, los votantes vieron en ella –quizás– una imagen fresca: no la típica y gastada imagen del político socarrón y acartonado lejano a la gente.

Algo que parecía saludable entonces se volvió contraproducente: nadie duda que su equipo esté conformado por gente de valía, ante todo, gente que se ha dedicado la mayor parte del tiempo a menesteres intelectuales y a la academia.

En ese aspecto, la alcaldesa cumplió con sus promesas de no rodearse de impresentables que han pululado siempre en la vida pública. Su círculo no encaja en el así llamado “círculo rojo”, sin embargo, la gobernabilidad de una ciudad tan compleja como lo es Puebla no se puede poner en manos de personas que carecen de los conocimientos necesarios para poner orden y ofrecer bienestar a sus habitantes.

En temas de seguridad, Puebla vive uno de sus peores momentos; cada día sale a la luz un nuevo escándalo de corrupción; sí, de corrupción, pues la omisión y la negligencia son hermanas siamesas de la corrupción.

Frente al desastre, Rivera Vivanco hace oídos sordos. No escucha, no abre canales de comunicación, no contesta llamadas que le ofrecen contener la hecatombe.

¿Es así como piensa gobernar los siguientes años?

Por los pasillos del ayuntamiento se escuchan a diario murmuraciones que convergen en un mismo punto: a la alcaldesa le quedó grande el cargo.

Pero a pesar todo, pese a que su propio equipo se encuentra más perdido que Ariadna en el laberinto del minotauro, Rivera Vivanco continúa truncando todavía más la posibilidad de que asesores externos (políticos profesionales) le tiendan puentes para transitar los años venideros con un poquito más de dignidad.

Lo que ha olvidado la alcaldesa es que la política no es precisamente una suerte de improvisación en torno al tema. Los académicos pueden redactar impecables papers, pero son pocos los que saben operar los temas “de tierra”.

La capacidad de ejercer el poder no llega por iluminaciones ni toca la mente del gobernante mediante un rapto místico después de echarse dos portazos de temazcal.

Claudia Rivera está haciendo lo de los músicos del Titanic: sigue aferrada a tocar su son mientras mira apacible cómo el barco se le hunde.

¡Abra ya las compuertas y déjese asesorar, presidenta!

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