miércoles, octubre 30 2024

Por: Mario Alberto Mejía

La elección extraordinaria poblana se moverá en los terrenos de la abyección y el entreguismo.

Víctimas, también, del siniestro del 24 de diciembre pasado, el PRI y el PAN en Puebla no disputarán la gubernatura: disputarán —oh, sí— el levantamiento del brazo de Miguel Barbosa Huerta, virtual candidato de la súper coalición “Juntos Haremos Historia”.

Me explico: el PRI y el PAN se pelearán por reconocer, antes que nadie, el triunfo de Barbosa.

Los últimos movimientos indican algo: que la elección ya la ganó Barbosa y que la visita a las urnas será eso: un tour electoral para ratificar una victoria aplastante desde ya.

El caso del PRI es singular.

Vea el hipócrita lector:

Barbosa y Emilio Gamboa generaron a su paso por el Senado de la República una gran relación.

Políticos profesionales, maniobraron para que su legislatura se abriera a territorios inéditos.

Gran cómplice de Barbosa, Gamboa accionó en aras de que su amigo —el líder de la bancada perredista en el Senado— se hiciera de la Presidencia  de la Mesa Directiva e influyera desde ahí en los nombramientos, entre otros, de Santiago Nieto —como titular de la FEPADE— y los de algunos magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

En ese tránsito, Ricardo Urzúa llegó al Senado.

(Ingresó a la Cámara Alta tras la solicitud de licencia de Raúl Cervantes, ex procurador general de la República).

Urzúa pronto se hizo muy cercano a la dupla que llevaba las riendas del Senado.

(Con Gamboa, la relación era añeja. Con Barbosa, se hizo profunda de inmediato).

Generoso como es, Urzúa puso su flotilla de helicópteros y aviones al servicio de ambos.

¿Qué ganó?

El reconocimiento y las naturales canonjías.

Hoy que el mundo poblano dio un giro de 180 grados, los tres amigos se han vuelto a encontrar.

Ya sin Rafael Moreno Valle, el PRI apoyará a Barbosa en la elección extraordinaria.

¿Cómo lo hará?

Poniendo un candidato a modo y realizando una campaña generosa.

Esto es: sin ataques, sin golpes bajos, sin sorpresas negativas.

Urzúa ha sido palomeado, vía Gamboa y Barbosa, con el aval de Claudia Ruiz Massieu y Miguel Ángel Osorio Chong.

(Estos últimos fueron aliados en su momento de Moreno Valle. Ya sin él, las cosas cambian. Faltaba más).

Mario Marín Torres buscaba que quien le levantara el brazo a Barbosa fuera Alberto Jiménez Merino, pero la tríada Gamboa—Barbosa—Urzúa terminó por imponerse.

No descarte el lector que los helicópteros y los aviones de Urzúa sobrevuelen las campañas electorales con un ímpetu inédito.

Todos ganarán con este acuerdo.

El PAN, mientras tanto, irá a la elección más solo que una higuera en un campo de golf.

Sin el PRD, sin Movimiento Ciudadano, sin Nueva Alianza, y sin el acompañamiento del Partido Verde, el albiazul regresará a los orígenes anteriores al morenovallismo: cuando tenía como divisa “lo importante no es ganar, sino competir”.

Por eso Juan Carlos Mondragón y Eduardo Rivera promueven la candidatura de Luis Ernesto Derbez.

Su fin será uno: negociar con Barbosa el levantamiento de brazo: ese nuevo deporte olímpico poblano.

Todo está listo para que la elección extraordinaria sea casi idéntica a la que José López Portillo enfrentó en 1976.

Y es que Barbosa irá sin adversario al frente, y con su nombre e imagen repetidos en la boleta hasta cuatro o cinco veces.

¡Qué emoción!

¿Quién ganará?

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