lunes, noviembre 25 2024

Por: Mario Alberto Mejía

Todo mundo puso los ojos en don Guillermo Pacheco Pulido cuando fue nombrado gobernador interino.

Las apuestas se cruzaron.

Hubo voces que dijeron que vendría a desmontar y a aplastar al morenovallismo en beneficio de Miguel Barbosa Huerta.

Otros apostaron a que sería fiel a su biografía de político dialogador y concertador.

El resultado a los pocos días de su gobierno es elocuente.

Vea el hipócrita lector:

De entrada logró algo que ninguno de sus antecesores había hecho: incorporar a toda la clase política a su Gabinete.

En una columna anterior me quedé corto, pues aseguré que en su Gabinete había personajes que provenían de los gobiernos de Manuel Bartlett, Melquiades Morales, Mario Marín, Rafael Moreno Valle, José Antonio Gali y Martha Érika Alonso.

Tras la incorporación de Julián Haddad, la concha se abrió, pues el actual encargado del Instituto Estatal del Deporte ocupó la misma posición en el gobierno de Mariano Piña Olaya.

Es decir: el Gabinete de Pacheco Pulido tiene personajes de siete gobiernos anteriores.

Toda una hazaña.

Digamos que don Guillermo cumplió a cabalidad con su primer mensaje en el Congreso del estado: la unidad de los poblanos antes que nada.

Conforme han pasado los días se respira otro ambiente en Puebla.

Don Guillermo ha logrado despresurizar las cosas.

La polución política dejó su lugar a la convivencia y la civilidad.

El ambiente enrarecido se bebe de otra manera.

Se dice fácil.

No lo es.

(“Lástima que sólo gobernará cinco meses”, se escucha en los lavaderos políticos).

Tras esos primeros logros vinieron otros:

El anuncio de que ninguno de sus funcionarios operará electoralmente para nadie en los comicios extraordinarios que vienen.

Y que si en su caso alguien lo hiciera, será cesado de sus funciones de inmediato.

Y más:

Que él mismo no se pronunciará sobre los perfiles que contiendan.

Y más:

Que las actividades del gobierno no servirán para que alguno de sus funcionarios saque raja política.

Mejor escenario, imposible.

Cuando creíamos haber tocado fondo, vinieron las muertes de la gobernadora y el ex gobernador.

Los días más aciagos y nublados cayeron sobre nosotros.

El surgimiento del gobernador interino generó toda clase de expectativas.

Casi diez días después el ambiente es inmejorable y se distendió la rabia y el rencor.

No podía ser de otra manera.

Don Guillermo es un político profesional que vive sus horas más lúcidas.

Cuando Churchill llegó por segunda ocasión a vivir al número 10 de  Downing Street —residencia de los primeros ministros— venía de haber sido el factor para que los aliados derrotaran a Hitler.

Tenía 77 años de edad y un prestigio brutal.

En su segundo mandato, le dio a la Gran Bretaña un halo de sabiduría y experiencia.

Don Guillermo llega a Casa Aguayo a los 86 años de edad con la experiencia que dan los muchos libros escritos y leídos, y una serenidad a toda prueba.

Un primer gesto lo dibuja: se negó a habitar Casa Puebla y prefirió despachar en Casa Aguayo y en el cuarto piso del CIS.

Quienes creen estúpidamente que la tercera edad es el fin de la vida ignoran que es en esa etapa cuando el ser humano es más pleno y más feliz consigo mismo.

Hoy somos testigos de esa sintonía.

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El Vulgar Ambicioso que Muere por ser Senador

Las ganas de ser senador propietario evidenciaron este miércoles a Jesús Encinas.

No está mal que quiera que Alejandro Armenta Mier —quien lo hizo su suplente— se convierta en el candidato de Morena a la gubernatura.

Lo que deja mucho que desear son las ganas que tiene de suplirlo en la Cámara Alta.

Tiene demasiada prisa por ser senador.

La rueda de prensa que encabezó ayer exhibió a un vulgar ambicioso que muere por cobrar su primera quincena al costo que sea.

Y en ese afán se rodeó de la pipitilla —con sus notables excepciones— que conformó una añeja legislatura local en Puebla.

¿El fin?

Apresurar los tiempos para que Encinas sea senador.

Ah, y para que Armenta se convierta en candidato.

En ese estricto orden.

Pena ajena.

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