Por: Mario Alberto Mejía
Los conspiradores han sido descubiertos.
Suenan los tambores.
Y son tambores de guerra.
La conjura en contra del doctor Guillermo Ruiz Argüelles dejó las huellas.
(La palabra “huellas” casi rima con “Argüelles”).
El gobernador electo no dudó en ratificarlo como secretario de Salud.
Está más firme que nunca.
No lo dijo así de textual, pero pareció decirlo.
En la antesala del nuevo gobierno, los conjurados suelen reunirse en la oscuridad.
Y desde ahí, muy a la sombra, trataron de sembrar la duda metódica.
Esa duda que mata faltando quince para las doce.
Pero no prosperó la trama.
El doctor —un sabio hecho y derecho— llegará al Gabinete sin manchas en el casimir.
Miguel Barbosa Huerta tiene las iniciales de los conspiradores en la mente.
“¡No pasarán!”, parece ser la consigna.
Nadie duerme en la vigilia.
La noche de la transición ha sido larga.
Larga será igualmente la agonía de quienes fracasaron en su noche de los cuchillos largos.
El cuchillo cebollero espera ansioso el plato principal.