Por: Mario Alberto Mejía
Don Guillermo Pacheco Pulido exhibió en unos cuantos minutos de qué está hecho.
Lejos de cualquier protagonismo —pese a que era su día—, rindió un informe sobre el estado de las cosas en Puebla en unos cuantos minutos en los que dio clases de política, oratoria y sentido común.
Todo eso faltó en los discursos de los diputados que subieron a Tribuna, quienes —con sus excepciones— se excedieron en presentar a los invitados especiales y en jugar con el lugar común.
El gobernador Pacheco hizo a un lado los tópicos e improvisó una pieza oratoria ejemplar.
Sin titubeos, con la seguridad que dan las lecturas —no los años—, nuestro personaje exhibió un músculo moldeado, ay, a lo largo de décadas y de experiencias imborrables.
No en balde, Carlos Salinas de Gortari lo hizo huésped habitual de Los Pinos durante su sexenio.
El entonces diputado federal se convirtió en un consejero jurídico informal del presidente.
Por su gran conocimiento pasaban algunos de los conflictos nacionales en espera de una respuesta sensata.
Y ésta siempre llegaba con la pulcritud y la mesura con las que suele vestir la palabra sensatez.
Qué difícil es ser sensato en estos tiempos.
Cómo se extraña la mesura ante la selva de la desmesura.
Cómo nos hace falta el sentido común.
Este lunes, en su informe general de las cosas, don Guillermo cerró un capítulo vigoroso de la Puebla levítica y, de paso, les hizo a entender a los diputados el tamaño del papel que jugaron durante el proceso para elegir a un gobernador interino.
Por las caras que pusieron, no lo sabían.
Ahora, gracias al gobernador Pacheco, han sido enterados.