Por: Mario Alberto Mejía
Escenas del viernes pasado en San Martín Texmelucan:
Antes de que llegue el presidente López Obrador, Rodrigo Abdala, mini delegado en Puebla —casi micro—, va de aquí para allá buscando reflectores.
No los encuentra.
Entonces se pone a saludar a la delegación poblana de funcionarios de gobierno, magistrados y diputados.
(Algunos lo ignoran absolutamente).
Luego se refugia en la zona de los beneficiarios de los programas sociales y pone en práctica sus clases de Demagogia 1.
Por ejemplo:
Abraza a un viejito cuando el presidente llega en medio de una ovación brutal.
Abdala hace como que en realidad es buen amigo de los ancianos humildes.
Sonríe, le dice a todo que sí, lo palmea repetidas veces.
Una vez que pasa el presidente —sin saludarlo—, regresa a su mutismo histórico.
Casi hierático.
AMLO da su discurso y, contra la costumbre, no lo menciona.
(En el resto del país menciona siempre a los súper delegados).
El micro se encoge, pero asume.
Más tarde brindará en el Cus Cus —un bar fifí de Cholula—, y se jactará de su cercanía con el presidente.
(Ver foto).
Gracias a esa cercanía, dice, su hermano Jorge Abdala es el virtual delegado de la Secretaría del Bienestar en Puebla.
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Extraños Compañeros de Cama
Cosas de la ortografía y el destino.
Hasta hace poco todo se movía en Puebla en función de dos letras: MV.
(Eme Uvé).
Hoy todo tiene que ver con MB.
(Eme Be).
Además continúa la bonita tradición de la M.
Todos los gobernadores poblanos recientes, salvo José Antonio Gali Fayad, han tenido cuando menos una letra M en su nombre.
Vea el hipócrita lector:
Guillermo Jiménez Morales, Mariano Piña Olaya, Manuel Bartlett Díaz, Melquiades Morales Flores, Mario Marín Torres, Rafael Moreno Valle, Martha Érika Alonso Hidalgo, Guillermo Pacheco Pulido y Miguel Barbosa Huerta.
El alfabeto y la política a veces son extraños compañeros de cama.