domingo, diciembre 22 2024

Por: Mario Alberto Mejía

A Claudia Rivera Vivanco, presidenta municipal de Puebla, le pueden publicar notas negativas todos los días, y no pasa nada.

Puede haber campañas en su contra sobre temas de seguridad pública y ambulantaje, y no hay quien salga a defenderla desde la Coordinación de Comunicación Social del Ayuntamiento de Puebla.

Un silencio abrumador es lo que impera en el ambiente.

Ah, pero si el señalado de haber cometido una irregularidad es José Armando Rocha, titular de la Coordinación, el aparato reacciona y se mueve.

Tuits airados, operación de bots y troles, “solidaridad” de reporteros y periodistas, cartas aclaratorias, campañas negras, todo se pone en marcha en aras de defender la imagen del susodicho.

Si con ese ímpetu fuese defendida Rivera Vivanco se hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza.

Las buenas historias siempre empiezan por el principio.

Vea el hipócrita lector:

Hace unos días, el periódico Cambio reveló que Rocha sería removido del área de Comunicación por mal informar acerca del viaje de trabajo —a Viena, Austria— de la presidenta municipal.

Rocha respondió de inmediato que la información era falsa y que él seguiría al frente de la Coordinación.

Horas después, publiqué una columna en la que narraba que el despido era real y di cuenta de las omisiones y tropiezos en los que había incurrido nuestro personaje en perjuicio de Claudia Rivera.

Me referí, también, a gastos excesivos en la adquisición de garrafones de agua, refrescos, galletas (saladas) y agua embotellada.

En un contexto de austeridad republicana —impuesto por el presidente Andrés Manuel López Obrador—, no dejan de llamar la atención estos gastos frívolos.

Mientras el propio presidente viaja en vuelos comerciales para abatir los pagos suntuarios, Rocha pide recursos elevadísimos y, por demás sospechosos, para la adquisición de garrafones de agua y galletas (saladas).

Para escribir esas líneas me basé en un documento oficial enviado a Leopoldo López Sánchez, enlace administrativo de la Coordinación General de Comunicación Social del Ayuntamiento de Puebla.

En dicho oficio le informan que “se autoriza la suficiencia presupuestal por $150, 000.00 (Ciento Cincuenta Mil Pesos)”.

Hay que decir que el documento —enviado por la Tesorería Municipal— fue la respuesta al oficio número CGCS-EA-009/219 “en donde solicita suficiencia presupuestal para la ‘ADQUISICIÓN DE AGUA EMBOTELLADA, AGUA DE GARRAFON Y REFRESCOS’”.

Más adelante, le informan al enlace administrativo que “cuando se haya realizado el contrato con el proveedor, por el monto exacto, sea capturado en su solicitud de pedido SOLPED 1500013166, para que se realice su liberación”.

En palabras comunes y corrientes, José Armando Rocha le ordenó a “Polo” —así le dice a su enlace administrativo— que enviara a la Tesorería la solicitud de suficiencia presupuestal —por ¡150 mil pesos!— para la ‘ADQUISICIÓN DE AGUA EMBOTELLADA, AGUA DE GARRAFON Y REFRESCOS’”.

Suena escandaloso.

Lo es.

En unos tuits, ya dijo que la compra se canceló (pero no las negras intenciones de golpear las finanzas del Ayuntamiento).

También argumentó que el agua, los refrescos y las galletas (“no saladas”) eran para el “personal adscrito” y los reporteros que acuden a la Sala de Prensa.

Sin embargo, estos últimos dijeron que casi nunca tienen acceso a café, refrescos y galletas, pues sólo los “favoritos” gozan de esas prebendas.

(Hay reporteros, incluso, que tienen llaves de la alacena).

Hay —eso sí— un garrafón.

Lo que no hay son vasos para el agua.

La duda mata:

¿Para qué pide Rocha 159 mil pesos para agua y refrescos, y 34 mil pesos para galletas y café?

(La respuesta podría estar en una frase que le dijo el informante secreto del caso Watergate —“Garganta Profunda”— al periodista Bob Woodward: “Sigue la pista del dinero”).

¿Qué pensará en presidente López Obrador de estos excesos?

Y en el Senado de la República —donde ya no les dan ni agua para café a los senadores—, ¿qué opinará Martí Batres, presidente de la Mesa Directiva?

Y es que éste lleva su propia comida —en modestos “tuppers”— con el fin de no cargarle a la Tesorería del Senado esos gastos suntuarios.

(Los onerosos gastos en comidas y bebidas de Armando Rocha —cargados, también, al Ayuntamiento— forman parte de otro capítulo que narraré posteriormente).

A lo largo de estos días mucha gente se ha atrevido a romper el silencio y a denunciar toda clase de irregularidades en torno de este personaje: aviadoras, aviadores, despidos injustificados, uso de recursos públicos para otros menesteres, campañas negras en contra de funcionarios afines a Claudia Rivera, extraños gastos en aceites y lubricantes para vehículos,

y hasta la facturación de Coaching empresarial por pláticas no dadas en otras dependencias de la Comuna.

(Todo esto, así como los arrebatados tuits de Rocha en mi contra —con su arrebatada ortografía—, lo comentaré en próximas entregas).

Por hoy no quiero distraer al lector.

Sólo lo dejo con el escandaloso caso de los garrafones de agua.

(Más allá de lo que ahí se esconde, que alguien por favor haga la cuenta del número de garrafones que se pueden comprar con 150 mil pesos).

Una de sus frases favoritas lo define.

¿Autor?

Maquiavelo.

“Todos verán lo que aparentas, pocos sabrán lo que eres”.

Ufff.

Hoy todos ya lo sabemos.

Nota Bene: Flaco favor le hacen a Claudia Rivera personajes tan singulares como su coordinador de Comunicación Social, pues contradicen el espíritu de austeridad republicana que busca imprimirle a su gobierno el presidente de México.

Es cuanto.

.

.

En la Muerte de un Gran Hombre

Don José Hernández Lima fue un hombre de trabajo, un médico reconocido y un filántropo de gran corazón.

Por Arturo Hernández  Davy, su hijo, supe de la grandeza de su espíritu.

Cada vez que nos reuníamos para comer, Arturo hacía referencias cargadas de ternura sobre su padre.

No es común, debo decirlo, que los padres estén presentes en las mesas políticas, sean éstas de desayuno, comida o cena.

Don José, invariablemente estuvo presente.

Lo imagino trabajando siempre, porque ése era el dibujo cotidiano que Arturo —hoy convertido en director general del DIF en el gobierno de don Guillermo Pacheco Pulido—trazaba en la conversación.

Es imposible resumir su vida profesional en unas cuantas líneas.

Lo intentaré.

Don José estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Puebla con la especialidad de cirujano.

Fue fundador de la Escuela de Farmacología y del Hospital Santa Fe.

Durante 50 años realizó labores altruistas relacionadas con la salud, lo que dio muestra de su compromiso para mejorar las condiciones de vida y mantener unidas  a las  familias menos favorecidas.

Tenía un gran corazón.

El mismo corazón que dejó de latir este sábado.

A mi querido Arturo, hijo amoroso de su padre, le envío desde aquí un gran abrazo solidario.

Descanse en paz don José.

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