Por: Mario Alberto Mejía
Cuando don Guillermo Pacheco Pulido llegó a la gubernatura interina, el estado de Puebla vivía una polarización brutal.
Los más recientes acontecimientos —la elección 2018, el conflicto postelectoral, la muerte de la gobernadora y el senador— habían creado incertidumbre y malestar.
En otras palabras: el mal humor social se vino a vivir a Puebla.
En ese clima de crispación llegó don Guillermo.
Poco a poco las cosas empezaron a cambiar.
La polarización quedó atrás en parte por las buenas señales en la composición del Gabinete.
Todos los grupos estaban incluidos.
Hasta el morenovallismo.
La mano franca del gobernador interino se empezó a notar.
La crispación se fue a dormir a otras camas.
Ésa es la gran aportación del gobierno saliente.
Miguel Barbosa Huerta llega a la conducción de un estado que no quiere saber más de malos humores sociales.
Nadie quiere beber el humus del pasado.
Nadie quiere comerlo.
El nuevo gobernador ofreció justicia, sí, pero también reconciliación.
Esa mezcla es la clave.
Las condiciones están puestas para ello.
No hay que perderse en el árbol cuando hay un bosque detrás, aunque también es cierto que hay que ver ese bosque para entender el árbol.