Por: Mario Alberto Mejía
Una buena cantidad de comentarios suscitó mi columna sobre el affaire Barbosa-Aristegui.
Algunos de los usuarios de redes me reprocharon la postura que manejé a lo largo de mi escrito.
No les gustó que no estuviera de acuerdo con ellos en cuanto a que el candidato de Juntos Haremos Historia “censuró” o “regañó” a la periodista.
Volví a escuchar la grabación y, en efecto, sigo sin encontrar el agravio que insisten en ver.
El reclamo de Miguel Barbosa es legítimo.
Me explico.
Guadalupe Acosta Naranjo era una voz interesada cuando le pidió a Carmen Aristegui un espacio para anunciar que él y sus amigos harían una “vaquita” para comprarle a Barbosa una casa en Coyoacán.
(La residencia de Miguel de la Madrid —ya se ha dicho hasta el cansancio— no es la misma que ha sido objeto de tanta “polémica” entre panistas y perredistas. Es decir: entre los operadores de Enrique “El Fichita” Cárdenas).
No cabe en la cabeza que una periodista tan brillante y valiente como Aristegui haya creído conveniente darle voz a un personaje con tantos intereses como Acosta Naranjo.
Es como si tras una entrevista con López Obrador le abriera el micrófono a una fichita tan menor como Cuauhtémoc Gutiérrez, sólo para que éste se le fuera encima al hoy presidente de México.
Ése es el símil real de Acosta Naranjo: el señor del PRI que ha sido señalado de tráfico de influencias para llevar a la cama a sus trabajadoras.
Hay quien me escribió que “Lupito” (Acosta Naranjo) sólo hizo su “chamba”.
En efecto: su “chamba” era meter ruido y “pegarle” a Barbosa.
¿Qué tiene de noticioso eso?
Nunca escuché que después de una entrevista a Cárdenas, Aristegui hubiera entrevistado a un operador de Barbosa.
Ahí sí habría habido equilibrio.
Durante el debate, Cárdenas sacó la lámina en la que venía la declaración de Acosta Naranjo y la tergiversó al decir que quien había hecho la crítica de la casa de Coyoacán era la mismísima Aristegui.
Esa falsedad provocó que cuando la periodista le recordó el momento al día siguiente —en el contexto de una entrevista radiofónica—, el candidato de Juntos Haremos Historia le hiciera el multicitado reclamo legítimo.
Reclamo, acotación, puntualización.
Nunca “censura” ni “regaño”.
Sacar de contexto una entrevista como ésta fue muy conveniente para personajes panistas y perredistas, o protocardenistas.
Pero eso es parte de lo que el Cuauhtémoc Gutiérrez del Grupo Galileo quiso generar con la pequeña ayuda de sus amigos.
Es cuanto.
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El Congreso del Estado y el Aborto
En la sesión del próximo lunes, la diputada priista Rocío García Olmedo presentará dos valientes iniciativas:
Una relacionada con el Código Penal, para que se deje de criminalizar a las mujeres que recurran al aborto.
Y otra ligada a la Ley de Salud, para incorporar conceptos y acciones por la salud sexual y reproductiva.
No se trata de estar de estar de acuerdo o no sobre el tema del aborto.
Ése no es el debate.
Se trata de no criminalizar a las mujeres que recurran al aborto, y mandarlas a la cárcel.
Actualmente los castigos van de 6 meses a un año de cárcel, pero si se demuestra que la mujer que recurre a esa práctica tiene “mala fama” entonces la peña va de uno a 5 años.
Patético.
De la Edad Media.
¿Quién en sus cabales puede determinar que una mujer tiene buena o mala fama?
Esto está más cerca del Manuel de Urbanidad (del ridículo Carreño) que de un Código Penal.
Ojalá que la razón y el sentido común se impongan.