domingo, diciembre 22 2024

Por Juan Manuel Mecinas Montiel
Fotos: BUAP

Tres cuestiones resaltan del mensaje de la Doctora Lilia Cedillo, luego de protestar como nueva rectora de la universidad más importante del Estado de Puebla. Primero, su compromiso y casi obsesión con la cercanía con los universitarios; segundo, su continuación como docente, que se vuelve un gesto extraordinario y simbólico; tercero, el anuncio de la búsqueda de nuevos liderazgos. La rectora tampoco podía dejar de mencionar la transparencia y la rendición de cuentas. La Doctora Cedillo mira de reojo a Casa Aguayo y promete que la universidad rendirá cuentas y ofrecerá transparencia porque se debe a quienes la financian (todos los poblanos y mexicanos) y, en un tono firme y conciliador, tiende la mano al gobierno del Estado. El gesto la enaltece y la convierte en actora primordial para lograr que las aguas turbulentas que amenazan a la BUAP terminen por ser presagio de vientos a favor en la navegación de su rectorado. No es fácil encontrar el balance: los últimos dos rectores terminaron enfrentados con el gobierno en turno; Enrique Agüera, exhibido públicamente a través de reportajes; Alfonso Esparza, acorralado por el gobierno de Barbosa que exigía sumisión y entrega, a lo que el rector se negó, no sin traspiés y tragos amargos de por medio.

Cedillo ofrece cercanía porque reconoce el momento: en las últimas tres décadas la Universidad ha transitado con cierta paz, pero el momento ha cambiado. La marcha del 5 de marzo de 2020 refleja a los universitarios hartos de la violencia que también los aqueja y que roba vidas, proyectos y ahuyenta esperanzas. La cercanía que ofrece la nueva rectora no es casual: es el mensaje de que es una universitaria más, aunque nadie puede negar que es la punta de lanza de un movimiento que puede transformar el estado y a la universidad poblana. Reconoce que el mensaje desde Casa Guayo no es el más alentador: se mira en el espejo de la UDALP, en el acecho a Esparza o en las reacciones del gobierno después de esa marcha de hace diecinueve meses y ofrece estar como una universitaria más; escuchar al alumno, ser sensible a sus miedos, a la violencia que sufre, a la pandemia que lo golpea. Entre ellos, cercana a ellos, Cedillo no solo se identifica: se fortalece.

La receta de Cedillo es como aquel poema de Benedetti (Táctica y Estrategia) a la vez simple y compleja: más academia.  La rectora ha anunciado que continuará con su labor como profesora. Una académica no puede dejar el aula. El anuncio no es solo cuestión de morbo por ver a Cedillo en un laboratorio o dictando un curso ante alumnos que antes veían una profesora y ahora también verán una rectora: el mensaje de Cedillo Ramírez es que la fortaleza de la universidad está en el aula y no en los despachos del Carolino. La universidad necesita más profesores, más academia y menos política. Esa es la apuesta de la primera rectora en la historia de la BUAP: que la academia sea el centro; los universitarios son la esencia y la esencia está en el laboratorio y en el salón de clases.

Por último, y no menos importante, ofrece que la BUAP busque nuevos liderazgos. La gestión de Alfonso Esparza pone fin a tres rectorados con muchos reflectores y que en cierta manera pusieron más acento en infraestructura de la universidad y no en su fortalecimiento como universidad. Hace veinticuatro años Enrique Doger ocupó el rectorado, hace catorce lo hizo Enrique Agüera y hace ocho Alfonso Esparaza, ¿Cuál es el balance de este último cuarto de siglo? Una universidad con demasiados pendientes, y en la que Cedillo piensa buscar nuevos liderazgos que eliminen los intermediarios entre la academia y la burocracia de la universidad. No se trata de un día de campo. El primer escollo será la conformación de un nuevo consejo universitario y, sin duda, Cedillo deberá echar mano de los grupos que al interior tienen influencia en la máxima casa de estudios del estado. Después pueden venir las reformas. La mirada académica de Cedillo es vital, pero las inercias del pasado pueden convertir en un martirio su paso por el rectorado. Por el bien de la universidad, ojalá ambas fuerzas -la académica y la política- converjan para formar una universidad fuerte y moderna: menos política y más académica.

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