Memorial
Por Juan Manuel Mecinas
Esparza vs Barbosa
Me parece encomiable el paro estudiantil poblano. En la partida de ajedrez entre el gobernador y el rector Esparza por el control de la BUAP, este último ha vencido por el momento.
Nadie se imagina que en las próximas semanas o meses el rector sea expulsado de la BUAP o encarcelado –como buena parte de la prensa barbosista difundió y hasta aplaudió– porque el tema de la inseguridad tiene en jaque al gobierno del estado y es preciso que la BUAP no se incendie. El rector está blindado por lo que resta del año y, tal vez, por lo que resta de su segundo periodo al frente de la universidad.
Ahora bien, si el rector ha vencido es por su estrategia bien diseñada y porque el adversario ha jugado como novato. Además, los astros se han alineado a favor de Esperanza: la lamentable muerte de tres estudiantes le ha ayudado a plantar cara al gobernador en el intento de este por hacerse de la BUAP.
¿Qué pasará después de las marchas y el paro estudiantil? El rector mueve los hilos y tiene la misma oportunidad de sus antecesores: empoderar a la BUAP y convertirse en un factor de poder crucial en la transformación del estado o conformarse con una candidatura a la presidencia municipal. La experiencia de Agüera y Doger deberían iluminar a Esparza.
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Más allá de los estudiantes
Los feminicidios no son nuevos en el país. Con todo respeto, solo los habitantes de Ciudad de México piensan que esta es una cuestión novedosa, porque en el resto del país el tema es una tragedia constante desde hace más de veinte años (salvo que se piense que las muertas de Juarez no fue la primera gran tragedia de este tipo). Como siempre, los medios de la capital del país piensan que las cosas solo pasan en la Ciudad de México, pero el espantoso escenario de feminicidios ya fue incluso retratado en libros, como el célebre 2666 de Roberto Bolaño –para muchos, la mejor novela en lo que va del siglo XXI–.
En este entendido, el tema de feminicidios no es novedoso en Puebla, pero no cimbró a gobierno alguno en los últimos años. Movilizó a algunos. Sembró indignación, preocupó al poder, pero no lo puso en jaque.
No así el caso de los estudiantes. La muerte de tres de ellos el 23 de febrero es un parteaguas porque la movilización estudiantil se ha convertido en un verdadero dolor de cabeza para Barbosa y sus allegados. No es menor: el jueves próximo presenciaremos la mayor marcha estudiantil de la historia reciente en la entidad, aunque después de la marcha no es claro que los estudiantes se den por satisfechos o sepan encauzar sus intereses para que este movimiento trascienda más allá de la seguridad alrededor de las universidades. Se corre el riesgo de que el mayor movimiento de demanda de paz y seguridad en el estado no desemboque sino en una mayor vigilancia en las zonas aledañas a los centros de estudio. Si eso sucede, no habrá que culpar tampoco a los estudiantes: los retos de seguridad son tan grandes, que una mayor seguridad para ellos en las zonas adyacentes a las universidades sería un victoria, pero una victoria pírrica.
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El gobierno y las migajas
Del lado del gobierno el reto no es menor: que no se incendie la BUAP y dar mayores resultados en el corto plazo. Tal vez le baste ofrecer migajas para lograrlo, aunque en el largo plazo habría que reencauzar la estrategia: las acciones pequeñas que pueden evitarle una crisis mayor no servirán para disminuir la inseguridad. Para eso, el camino es aún más largo.
Los estudiantes pueden no entenderlo, pero el gobierno tiene la obligación de hacerlo. El problema no solo se circunscribe a los alrededores de las universidades: es un problema estatal.
Ni más ni menos