jueves, noviembre 21 2024

La Quinta Columna
Por: Mario Alberto Mejía 

Miguel Barbosa Huerta es el primer gobernador en muchas décadas que no se mueve en función del reloj electoral.

Acostumbrados como estamos a gobernantes que la mayor parte de sus acciones las orientan en ese sentido, Miguel Barbosa va a contracorriente.

No busca el aplauso fácil.

Al contrario.

Se mete en zonas que los demás evaden.

Tres casos recientes: la despenalización del aborto, la visita a la región afectada por vergonzosos linchamientos públicos y el diálogo con los dirigentes de los rechazados de la BUAP.

Su mensaje es muy claro: está moviéndose en función de su teoría del “todo nuevo”.

Y vaya que nos engañó con la verdad.

Cuando en su primer mensaje como gobernador habló de que el viejo régimen quedaría en el pasado, nunca nos imaginamos las inéditas maneras a las que recurriría para lograr ese fin.

Me explico.

Para el gobernador Barbosa el “todo nuevo” implica no sólo una forma diferente de hacer política.

Su estrategia de desmontar el régimen y sustituirlo por otro parte de una base esencial: el lenguaje.

Con palabras directas, con mensajes alejados de la retórica gastada, el gobernador ha empezado por sorprender a propios y extraños con acciones que antes se quedaban bailando en la zona de las mentiras verdaderas.

Confucio estaba convencido de que la primera acción para devolverle la credibilidad a la autoridad era la reforma del lenguaje.

Y es que en sociedades como la nuestra —y en la de nuestros antiguos— los políticos pervirtieron antes que otra cosa el significado de las palabras.

Barbosa Huerta parece ir tras el ideal confuciano desde su primer discurso como gobernador.

Pero esa tarea de devolverle a las palabras su significado original está acompañada de acciones inéditas y novedosas, no por ello menos polémicas.

Su posición ante el aborto movió a la conservadora sociedad poblana.

No sólo eso: la crispó.

Ya hay reacciones subterráneas que aspiran a convertirse en acciones públicas pensando en los comicios de 2021.

Y es aquí donde se equivocan con el gobernador, pues su estilo personal de gobernar no está contaminado por el tema electoral.

Esa actitud inédita le da a sus actos de gobierno una fuerza superior que no está supeditada al arribismo político de siempre.

Por eso sus acciones son auténticas.

Y si se quiere, sinceras.

Por eso fue a ver a los pobladores que participaron en un linchamiento público y les dio el mensaje brutal que todos escuchamos.

Por eso se metió en el plantón de los rechazados de la BUAP y conmino al diálogo.

Aunque también hizo un ejercicio de realismo absoluto al no prometerles la solución a sus problemas ni agraviar la autonomía de la universidad.

Metido en ese ejercicio inédito, les abrió otras opciones y aseguró que incrementará los apoyos económicos a la BUAP para que el año próximo haya menos rechazados.

Incluso, en un guiño irónico, les dejó quinientos pesos para las tortas nocturnas de los huelguistas de hambre.

Todo es nuevo en las acciones del gobernador Barbosa.

Habrá que acostumbrarse a esas nuevas formas, a ese nuevo lenguaje.

Quien no lo haga corre el riesgo de convertirse en una aburrida y previsible estatua de sal.

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Nota Bene 1

Hay que decir que desde el primer momento las autoridades de la BUAP han mantenido un diálogo permanente con los rechazados.

Y lo han hecho a través de las más diversas instancias.

Cuando este movimiento nació por ahí de 2015 mostró de qué estaba hecho.

La negociación de becas y canonjías siempre estuvo en su agenda.

Y así se mueve años con año.

De hecho, cuando el gobernador llegó al campamento lo recibieron dos estudiantes en activo: una de biología y otra de ingeniería.

En el más reciente Consejo Universitario, dos estudiantes alertaron sobre las negociaciones con este club de rechazados con palabras contundentes:

“Ahorita están negociando su acceso a la BUAP. Mañana van a negociar sus calificaciones”.

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Nota Bene 2

Siempre fuera de foco, Claudia Rivera Vivanco fue enterada de que el gobernador estaba en el zócalo de la ciudad.

Y como siempre, fiel a su costumbre, llegó tarde a su cita con la historia.

El gobernador, hay que decirlo, llegó al Centro Histórico como el almirante Nelson arribando a Trafalgar.

La señora alcaldesa, en cambio, se vio tan errática como Leona Vicario cuando descubrió que su sangre era roja y no azul al pincharse el dedo con una delgada aguja.

Cada quien su tiempo y su circunstancia.

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