jueves, noviembre 21 2024

por Carlos Meza Viveros

Un personaje ridículo no puede interpretar jamás otro papel que el del ridículo principal. Eso le ha pasado, le sigue pasando y seguirá pasándole siempre a Javier Lozano Alarcón: el soberano de las derrotas y los malos oficios.

Si revisitamos su pasado es fácil concluir que el mayor desafecto nacional oxigena su onerosa existencia vía Twitter, en donde (a pesar de que él piense lo contrario) tiene más enemigos y odiadores, que seguidores.

¿Quién en su sano juicio podría declararse fan de este caco venido a menos, si cuando fue un caco venido a más también era un torvo palurdo que lo mejor que sabe hacer es dar los avisos parroquiales y compartir videos de pianistas virtuosos, lo que él jamás pudo ser tampoco?

Lozano ha sido ninguneado nuevamente, ahora por los miembros de la COPARMEX, quienes en un rapto de delirio (yo creo que sobrevenido por el caos de la pandemia) habían decidido nombrarlo su vocero, a lo que el pueblo reaccionó inmediatamente con jitomatazos, burlas y mentadas en el hábitat de Lozano: el ring del Twitter.

Recular es de inteligentes. Pensar las cosas dos veces antes de cometer un error es básico para no caer en desgracia; lo que iba a acontecer si Lozano, ese título sin abogado (aunque ya se sabe que ni título tiene ni abogado será jamás, o sea que también es un abogado sin título) llegaba a ser la voz que hablara por los empresarios.

La historia de Lozano Alarcón es tan bizarra como su propia persona: se ha querido filtrar siempre como los roedores en todas las cloacas posibles, y hasta de las cloacas ha salido defenestrado… cosa curiosa porque las cloacas no tienen ventanas.

Su paso por la administración pública poblana fue lamentable, llena de irregularidades: el propio Moreno Valle fue degradándolo poco a poco hasta darle aire por impresentable. Luego, cuando se le pegó como lapa a Tony Gali, Lozano quiso robarle cámara, cosa que a Gali le incomodó (con razón) y así, cantándole y mandándole mensajes cifrados desde sus karaokes, Tony le entonó un día las funestas Golondrinas.

Luego vino la coronación de su ruina al integrarse al equipo de campaña de Meade. Lozano entonces creyó que podría levantarse del fango coordinando una campaña que nació muerta frente al torbellino AMLO, desde un un PRI pervertido, llamado PRIANISMO (del que Lozano es responsable dadas sus dotes de chapulín consumado y consumido).

En mi caso personal puedo decir que Lozano Alarcón sigue asumir su derrota frente a mi amigo y mentor, don Manuel Bartlett, quien acabó poniéndolo nuevamente en evidencia como el personaje menor que es y siempre será.

De nada le sirve a Lozano liarse con escritoras, coachs emocionales o mujeres que aparezcan semanalmente en revistas del corazón, porque ellas mismas no tardan mucho en descubrir la impostura y la violencia de aquel que las encandila aporreando su Petrof, para luego sacar su mr. Hyde y hacer papelazos en restaurantes de Polanco.

Ayer una reportera le preguntó al presidente en su mañanera qué opinaba del nuevo nombramiento de Lozano, acto seguido, los demás reporteros presentes le informaron a esta chica que no, que a la mera hora la COPARMEX se había apeado… el comentario generó varias carcajadas, incluso AMLO contestó que no le daría importancia a ese tema, lo que demuestra que Lozano y sus rebuznos siguen sin generar eco alguno.

La desgracia de un desgraciado no le importa a nadie, o sí: sólo a las hordas de troles que atacan por mero espíritu deportivo a este bufón de calabacillas que fue, es y seguirá siendo, una voz que clama en el desierto.

¡Lo digo sin acritud, pero lo digo!

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