domingo, diciembre 22 2024

¿Por qué seguir hablando de la serie de Luismi, si dicen las buenas conciencias que es una telenovela cualquiera?

Puede ser que los ratings de las series de Netflix no sean equiparables a los ratings que alguna vez consiguieron dramones lacrimógenos de “La Vero” Castro en la década de los ochenta o la Cenicienta eterna de Thalía en los noventa, y por eso mismo es importante prestarle atención no a la serie en sí, sino al fenómeno social puesto desde la óptica cartesiana de que el público de Netflix no es masivo como lo era el público que acaparaba Televisa en aquellos años donde el PRI, el club América, la Coca Cola y Televisa eran las sucursales del paraíso para el masaje.

No. La serie de Luis Miguel representa una especie de eslabón perdido entre generaciones que no tenían nada en común.

Sería interesante conocer los datos duros: saber cuánta gente visualizó la noche del domingo el final de la primera temporada, y más interesante aún sería saber los motivos reales por los cuales esas personas vieron la serie.

Yo creo que la clave sigue estando en la estupenda recreación de Luis Rey.

Lo vimos cada lunes, cuando las redes explotaban en memes y comentarios, no de Luis Miguel, sino del padre. Ya hay hasta una marca de playeras que ha hecho su agosto explotando la imagen caricaturizada del villano consentido de los mexicanos.

Ahora bien, la primera temporada concluye retomando la primera escena que vimos en el capítulo uno: Luisito Rey agoniza en un hospital y Luismi está dudoso en ir o no ir a visitarlo después de un concierto.

Era de esperarse que Luis Rey moriría al concluir la primera temporada. Todos sabíamos desde el inicio que, ni iban a encontrar a Marcela Basteri, ni Luisito sobreviviría.

Lo que no pensábamos al arranque fue que el personaje se iba a convertir en el santo patrono del mal que dotara de esa sensación dulce-amarga nuestros soporíferos domingos. Creímos (tal vez) que la actuación sería estupenda puesto que Óscar Jaenada es un estupendo actor, sin embargo nunca imaginamos del todo que ese papel fuera “EL” papel. El que sostuviera y llevara al clímax del morbo a los rejegos que se negaban a ver la historia de un Mirrey que canta bonito y ha tenido las mejores pieles de la comarca. Ellos, los escépticos, quedaron cautivados no por la belleza de Diego Boneta ni mucho menos por la patética actuación del siempre patético niño bloguero “El Juampa Zurita”. Tampoco por el desarrollo de un relato que se puede consultar en revistas de corazón o entrevistas de Youtube. No. La serie fue un éxito arrollador gracias a las maldades del padre malhechor… por lo tanto, si la siguiente temporada llega a salir, será necesario revivir a Luis Rey mediante los recursos narrativos del salto temporal. De no ser así, la trama no tendría la fuerza ni la aceptación que tuvo en esta primera entrega. Porque ni la posible aparición de todo el ramillete de féminas que han pasado por las armas de “El Sol”, ni revelar el secreto de la madre perdida, podrán jamás competir con la sangre que ofrendo Luisito Rey capítulo a capítulo.

Porque a estas alturas del otoño, Luis Miguel sin su Luisito Rey, es un pobre LuisMirrey.

Previous

Los franceses no existen, son los negros africanos

Next

Adiós a mi salario miserable

About Author

Alejandra Gómez Macchia

Truncó su carrera de música porque se embarazó de Elena. Fue bailarina de danzas africanas, pero se jodió la rodilla. No sabe cómo llegó al periodismo (le gusta porque se bebe y se come bien). Escribe para evitar el vértigo. En el año 2015 publicó “Lo que Facebook se llevó” (Penguin Random House), y en unos meses publicará un libro de relatos, “Bernhard se muere”, en la editorial española Pre-Textos.

Check Also