jueves, noviembre 21 2024

por Redacción

Aunque la serie de Luis Miguel sea la “versión autorizada del drama”, y no vaya a satisfacer del todo a los amantes de la sangre ajena, ha conseguido que un público que jamás se había acercado a su música (ni a sus escándalos) se ponga a esperar un nuevo capítulo domingo a domingo.
Las malas lenguas dicen que todo lo que se verá en esta primera temporada no es más que el resultado de una serie de entrevistas hechas a varias fuentes cercanas al “Sol”, pero palomeadas y revisadas escrupulosamente por el propio Luismi y su gente de confianza.
Las reacciones que han desencadenado los dos capítulos expuestos en Netflix van de la chunga al melodrama.
Luisito Rey pasó de ser una figura gris y difusa, a una figura compleja y odiada por millones de chavorrucos nostálgicos. No es para menos: a nadie le gusta –por ejemplo– que ese señor metiche haya roto las caras ilusiones juveniles del galán más asediado en la década de los noventa en México.
La otra interrogante que no sólo se cuestiona el vulgo, sino hasta algunos intelectuales que son Luismigueleros de closet es: ¿y en dónde está la mamá?
Al igual que pasó con la bioserie de Juan Gabriel, esta entrega resulta por demás atractiva ya que se está hablando de un hombre, que como buen ídolo popular, ha guardado para sí los pasajes más oscuros de su vida. Porque pese a estar siempre rodeado de las mujeres más bellas y de pasearse en los mejores carros y tomar los vinos más caros, Luis Miguel Gallego Basteri es un personaje trágico.
Hasta hace unos años, el hermetismo en temas escabrosos era total. Sabíamos, por ejemplo, que su romance con la fotógrafa Mariana Yazbek fue truncado por un dedo maledicente, pero no conocíamos a profundidad el episodio completo: que Luisito Rey había actuado con vileza digna de suegra con complejo de Elektra con tal de que su hijo no tuviera distracciones.
Es prematuro predecir si la serie llenará las expectativas de los morbosos.
Por otro lado, quienes están atentos del guión podrán darse cuenta que entre los escritores (y productores) está nada más y nada menos que Daniel Krauze, hijo de Enrique Krauze.
Vaya, vaya.

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