Mirada (y visión) de Norma Layón
por Alejandra Gómez Macchia
Es muy común que las personas olviden el pueblo que las vio nacer cuando se van. No es el caso de Norma Layón, quién es la única mujer que ha conseguido la reelección en su cargo como presidenta municipal. A Norma, la anteceden su familia, el peso de su apellido, los éxitos obtenidos como empresaria, como madre, y una mirada verde y penetrante capaz de succionar hacia su centro todo aquello que se le ponga enfrente.
Fue por invitación del propio presidente de la República que decidió sumarse a las filas de Morena para cumplir con las necesidades de paridad de género que requieren los nuevos tiempos.
Para ella cada día es una transformación, tanto interna como política.
San Martín Texmelucan es un municipio que ha sido estigmatizado de alguna u otra manera por los malos gobiernos que no han sabido lidiar ni operar con un importante conglomerado de comerciantes.
El tianguis de San Martín es el más grande de México. Cada lunes por la noche miles de pequeños y grandes comerciantes instalan en kilómetros sus puestos para ofrecer diversos productos. Lo increíble del tema es que administraciones pasadas encabezadas por hombres que supuestamente poseen habilidades para la negociación y el sano intercambio –no sólo de cosas sino de ideas– hayan fracasado en su intento por ordenar el tianguis y sacar el mejor provecho no sólo de los tianguistas, sino de toda la comunidad.
La personalidad apabullante de Norma combinaba a la perfección con el proyecto de un movimiento que pretende sacar adelante al país; libre de corrupción y mediante mecanismos como el diálogo inteligente y la selección –sin arbitrariedades– de funcionarios.
Al ser un personaje polémico, su gestión se ha visto amenazada por aquellos que se empeñan en estancarse en un sistema caduco que sólo beneficia a unos cuantos.
Layón corre con una ventaja: no necesita robar porque no tiene necesidad de hacerlo. Desde su posición de empresaria e hija de hombres y mujeres de trabajo, asume liderazgos con la seguridad y la fuerza de las mujeres de este tiempo: sin tapujos, sin dobles juegos, y expresándose de una manera tan abierta que puede lacerar a las supuestas autoridades de la moral.
Cuando algo repite, un modelo o un proyecto, significa que se está haciendo bien y que la gente (que está muy lejos de ser sorda y ciega) avala y apoya ese plan con ilusión; abrazándose de una figura firme, se legítima al poder.
Norma es genuina, entrona, leal y sin miedos. Se le ve casi siempre entre un corro de niñas y niños que se le acercan para abrazarla, hacerse la foto y platicar. En este tenor, es importante decir que la vida de los adultos puede estar llena del así llamado “deber ser”, de hipocresías, pero conquistar a los niños y estudiantes no es fácil. Es un asunto de buena vena, de carisma y transparencia.
Impugnaciones pasaron, rabietas y coletazos de sus detractores fueron centro de columnas y notas periodísticas, sin embargo, nada permeó y lo que estamos viendo es una éxitosa segunda vuelta.
¿A qué aspira una mujer que de entrada ha conseguido el agrado de sus coetáneos y el respeto de sus compañeros políticos?
Norma es una mujer y una política que no se queda estacionada, le apasionan los retos interesantes que la hagan crecer como persona y ciudadana.
Sabe que cuando uno toca la puerta grande es probable que se te haga abra la puerta grande. ¡Cuesta el mismo trabajo tocar una puerta chica!, así que no nos sorprenda verla compitiendo en el futuro para un cargo nacional.
No le vendría mal al partido y a Puebla tener, por ejemplo, a una senadora con los arrestos y la capacidad de negociación de Norma Layón.