Por Samantha Páez / @samantras
En la primera parte de esta columna ya había hablado sobre la violencia sexual que vivimos las mujeres en los bares, restaurantes o cafés, ahora toca discutir sobre la discriminación que se ejerce en esos mismos lugares contra nosotras.
¿A alguna de ustedes le han impedido la entrada a algún establecimiento por cómo lucen, su raza o etnia, lugar de origen, orientación sexual, discapacidad, condición social o estado de salud? ¿O peor aún, las han corrido o dado un trato diferente? Bueno, pues desafortunadamente no serían las únicas. Hice un pequeño sondeo para ver qué tipo de violencias ocurren en lugares de esparcimiento, 15 mujeres me contaron que vivieron actos de discriminación.
Varias dijeron que no las dejaron entrar o les dificultaron el acceso a ciertos lugares por cómo iban a vestidas: sandalias o huipil. A otras porque iban con su pareja y era otra mujer. También les pidieron que se fueran por su condición social, es decir, no se parecían a la clientela habitual o no estaban consumiendo lo suficiente. A una no la quisieron contratar porque es de Oaxaca.
Algunas recibieron un trato diferente por ser mujeres, sí, como lo leyeron. A unas les llevaron un producto distinto al que pidieron, porque para algunos meseros las mujeres no tomamos cerveza oscura o sólo comemos ensaladas. A otras ni las voltearon a ver y sólo preguntaron a sus acompañantes hombres sobre el servicio o la cuenta.
No es que me ponga mamona, pero la Constitución de México dice que la discriminación, por cualquier causa que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar derechos y libertades, está prohibida. La Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación dice que también se entenderá como discriminación la homofobia, misoginia, xenofobia, segregación racial, antisemitismo, discriminación racial y otras formas de intolerancia.
¿Qué nos dice la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017 sobre el tema? Bueno, pues que Puebla es la entidad donde hubo más discriminación en el año en que se realizó el estudio. También, que las principales razones de la discriminación contra las mujeres son: género (¿y así siguen diciendo que ya hay igualdad?), forma de vestir o arreglo personal, clase social y orientación sexual.
Tres de cada diez mujeres vivimos en los últimos cinco años -respecto al año del estudio- al menos en una situación asociada a la discriminación: rechazo o exclusión de actividades sociales; incomodidad por actitudes o miradas; insultos, burlas o palabras molestas; amenazas, empujones o jaloneos, o expulsión de una comunidad.
El 7.7% de estos actos discriminatorios ocurrieron en un negocio, centro comercial o banco.
Vamos de nuevo a los cálculos. En Puebla somos 2.4 millones de mujeres inscritas en el padrón electoral, es decir, en algún momento de nuestra vida tramitamos nuestra credencial para votar (fue lo que se me ocurrió para ver cuántas somos mayores de edad). Si tomamos en cuenta que el 22.8% de las mujeres en México vivimos algún acto de discriminación, 547 mil 108 de nosotras tuvimos incidentes de este tipo de 2012 a 2017 en el estado.
Entonces, al año hubo 42 mil 127 actos discriminatorios contra mujeres en Puebla. Si el 7.7% de los actos de discriminación ocurrieron en negocios, centros comerciales o bancos, estamos hablando de que hubo 3 mil 243 casos de discriminación en un año en estos establecimientos. En resumen, nueve mujeres fueron discriminadas al día en comercios poblanos.
Viéndolo así, no me sorprende que haya tantas anécdotas de discriminación en bares, restaurantes y cafés. Lo que me sorprende es que los dueños y empleados de estos sitios sigan actuando de esta forma, no piensan en que las mujeres somos, en primer lugar, PERSONAS con derechos y, después, posibles CLIENTAS.
Al menos la mitad de las mujeres que le entraron al sondeo (las quiero y las admiro) dijeron sentirse molestas, enojadas y sorprendidas en el momento que vivieron los actos de discriminación. ¿Creen que van a regresar a un lugar donde las hicieron sentir incómodas o molestas? No lo creo. Así que insisto: no vayamos más a lugares donde nos violentan y discriminan, consumamos donde nos den un trato digno. Mostremos músculo, chicas.
*La autora es directora del Observatorio de Violencia de Género en los Medios de Comunicación del @CCSJPuebla