viernes, noviembre 22 2024

por Alejandra Gómez Macchia

El paso de Olga Méndez por la CANIRAC fue más que notable; algo así como heroico. 

Al año de haber ocupado el puesto, cayó la pandemia y se enfrentó al panorama más desastroso que la industria restaurantera no estaba lista para afrontar.

¿De qué viven los restaurantes? De los comensales.

De la gente que va a sentarse a las mesas para consumir y departir con la familia. ¿Y qué pasa cuando esa gente que asiste a los restaurantes debe estar encerrada por el inminente peligro de muerte?

Todos padecimos esos larguísimos meses llenos de incertidumbre.

Vimos guarecerse e irse a amigos y a seres queridos. Enterramos a otros tantos, y muchos pasaron por la doble tragedia de perder sus empleos o vieron cómo sus proyectos personales, los que les daban de comer, se desvanecían.

No había otra: el fantasma de la enfermedad nos asechaba detrás de la puerta y entonces hubo que cerrar.

Olga Méndez ha colaborado desde hace más de 26 años como contadora de establecimientos en la industria restaurantera. Su paso por el célebre “María Bonita”, en los años noventa, la curtió en estas lides e hizo grandes alianzas con los propietarios.

El contador debe ser custodio de las finanzas de un lugar; ocupa, junto con el abogado y el chef, uno de los lugares fundamentales para el buen funcionamiento de la empresa. Fue gracias a la confianza obtenida con base en sus pasiones profesionales, que años más tarde la invitaron a ser socia del restaurante La Noria y posteriormente de Restauro.

Fue desde esas trincheras, y en su posición de presidenta de la CANIRAC, que Olga convocó a los demás restauranteros a actuar en conjunto contra lo que iba a ser el tercer cierre por confinamiento pandémico. ¿La solución? Hacerse notar a como diera lugar. Haciendo, literalmente, mucho ruido.

Así fue como surgió el movimiento de cacerolazos, es decir, que los empleados de los restaurantes salieran a la calle a hacer sonar sus cacerolas con las propias palas de la cocina, logrando llegar hasta Casa Aguayo, en donde el gobernador Barbosa la recibió y acordaron que no habría tercer cierre total de los negocios.

Esa determinación ha llevado a Olga a ser una figura respetada, no sólo entre sus propios colaboradores, sino en todo el gremio gastronómico y empresarial.

Todo esto tiene una raíz: Olga viene de Teziutlán, Puebla. Tuvo una infancia y juventud rigurosa al lado de un padre sumamente estricto, y finalmente, cuando aterriza en Puebla para estudiar Contaduría en la BUAP, trae consigo la marca personal de la disciplina y el orden, pero sin dejar de lado sus anhelos, que desembocarían en lo que ella considera su vocación, que es servir a la sociedad.

Instalada en los puestos de poder que ha conseguido, ha tejido fino y con cierta tozudez nuevas formas de incorporar a la gente a sus empleos con el sello de la confianza por delante. Así, implementó programas en los que los miembros más destacados, puntuales y que muestran un mejor desempeño en sus labores, son premiados a manera de estímulo al ser invitados a un día de visita y comida familiar a uno de los restaurantes que lidera, lo que no es poca cosa, pues sabemos que en este país el salario mínimo de los trabajadores es tan paupérrimo que es casi imposible que esas familias puedan darse el lujo de ir a tener un momento feliz y de convivencia con los suyos en algún restaurante.

Olga tiene la certeza de que la gente feliz trabaja mejor, y que es menester de los empresarios y los dueños de puestos jerárquicos, compartir un poco de esa abundancia… que no existiría sin los que apoyan a los dueños del capital.

Puebla va cambiando. Los empresarios generalmente siguen siendo los mismos, y la cúpula constituida por unos cuantos; por lo general… hombres.

En los próximos días será designado el nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, que está, por supuesto, formado en su mayoría por personas del sexo masculino. Pues bien, Olga Méndez ha levantado la mano para participar en la contienda.

El asunto se librará desde dentro, en un proceso pervertido por la testosterona, y cerrado  entre los miembros de las diferentes Cámaras.

¿Se atreverán a dar el cambio y renovar sus viejas prácticas patriarcales?

¿O seguirá siendo un concilio de varones con ideas enraizadas y rancias?

El ejemplo de apertura está dado: El gabinete del gobernador está ahíto de buenas funcionarias, la BUAP tiene rectora, el Tribunal de Justicia también. Hay una mujer buscando la candidatura al gobierno estatal.

¿Es tiempo de las mujeres?

Veremos.

 

 

 

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