martes, noviembre 19 2024

“Joven Espinoza, aquí le traigo
2 paletas payaso, me gustaría
darle algo más, pero no puedo ahora.
Gracias por todo lo que hace por mi muchacho”
.

Por Víctor Manuel Espinoza
Foto: Cortesía CAT Puebla

Vaya historias que tuviéramos para contar yo y todos mis amigos sobre este mágico lugar. Pero lo único que quiero decirles es todo lo que me han robado a mí.

Y sí, la verdad es que me han robado y mucho.

La primera vez que estuve en un centro de rehabilitación e inclusión Teletón fue aquel 2010, cuando conocí el CRIT de Ciudad de México; antes de entrar me imaginé ver un hospital lleno de camas, personas sentadas desesperadas, caras largas y un ambiente difícil, quizá hasta hostil… sólo quizá.

Cuando entré a aquel monstruo de paredes coloridas, no pude asimilar la alegría que se vive, personas de batas amarillas cantando y haciendo actividades, familias enteras desayunando en comedores comunitarios, amistades riéndose y dejándose llevar por el momento que viven, relaciones medico-paciente que sin duda no se ven muy a menudo.

Ahí empezaron a robarme y fue la vista. Cómo poder asimilar lo que mis ojos veían, lo que mi mente creía que iba a ver contra lo que en realidad vi y viví.

Un joven de escasos 19 años, que estudiaba fisioterapia qué iba a saber sobre lo que en realidad se vivía dentro de un lugar tan grande y lleno de color, sin antes haberlo conocido.

Y es aquí donde me pregunto: ¿cómo odiar o amar algo sin conocerlo?

Únicamente una persona que ha perdido (¡y qué pena!) la capacidad de asombro podría no estar encantado por un lugar tan gigante y mágico como lo es un Centro de Rehabilitación e Inclusión Teletón (el mas grande del mundo, por cierto).

Pasaron los años y yo seguía poniendo mi granito de arena en el Zócalo de la Ciudad de Puebla, cuando algún voluntario llegaba con algún bote de donación; a mis posibilidades donaba y veía la programación del maratón televisivo.

En aquel no tan lejano 2012, el CRIT Puebla empezaba a operar y a recibir a los primeros miembros de su enorme lista de pacientes y vidas revolucionadas.

Fue el año en el que llegué por invitación de un amigo (que ya en dos ocasiones me ha regalado la oportunidad de cambiar mi vida), Adrián Gómez.

Club Amigos Teletón, el titulo de mi destino durante 6 grandes años, el final de mi adolescencia quedo ahí, y el inicio de la vida adulta también.

Los mejores años fueron esos… y no volverán.

Diría mi amigo Juan Carlos Cortes: “Que buenos tiempos”.

Y es aquí cuando prosigo con la lista de los hurtos que me han hecho; la de este apartado sin duda fue “me robaron la vergüenza”.

Aquel joven que le daba pánico hablar en público y demostrar lo que en realidad sentía… vaya ayuda que le hicieron al robarle esa condición.

Sin duda, la frase de cada club por Guillo Saldivar “Si no haces el ridículo aquí, estas haciendo el ridículo”, aplica a cada uno de los miembros a los que le robaron, como a mí, la vergüenza.  

El aliento es la siguiente en la lista de las cosas hurtadas, pero esta historia la dejo para mí.

Un lugar en donde los sueños se cumplen, en donde se encuentran amistades sólidas y de calidad, en donde trasciendes y desarrollas habilidades que no sabías que tenías; liderazgo, organización, responsabilidad de grupo, trabajo en equipo, planeación, por mencionar algunas.

Pero sin duda, algo que adoptas, aprendes y llevas a cabo es la empatía, aquí aprendes a convivir y a ser empático con personas con discapacidad y sus familias, con personalidades totalmente diferentes con las que usualmente convives diario, unidas en estandartes de colores, que defiendes con toda tu garganta y fuerza.

Se convierten en tu familia, en tu bandera, en tu pasión (para mí así lo fue).

Y aclaro, no trabajo ahí, fui voluntario desde el 2012 hasta el 2018.

Desde hace algunos años la sociedad mexicana se ha preguntado dónde está el dinero de las donaciones. ¿Y los impuestos?, -“A la hija de una vecina no la aceptaron porque no tenían lana”.  

Podríamos mencionar muchas más preguntas, rumores, mitos, ajuares que se han escuchado y profesado en contra de la Fundación que unió a los mexicanos, la fundación que a partir de la parálisis empezó a mover un país.

En realidad, por lo que viví dentro de mi voluntariado es que nunca vi que faltara agua o luz, que las instalaciones estuvieran dañadas, que se le tratara mal a un paciente del CRIT o su familia y aquí me gustaría citar al presidente de la fundación; que tengo el gusto, el orgullo y el honor de conocerlo, Fernando Landeros, que dice “El CRIT es un monumento a la solidaridad de los mexicanos” y vaya que lo es.

Instalaciones de primer mundo que sin duda es un orgullo de los mexicanos, porque nosotros los construimos y mantenemos.

Es nuestro derecho visitarlo, saber cuántas familias mexicanas son beneficiadas y rehabilitadas con el equipo interdisciplinario que trabaja con el paciente y el familiar (dato real), cuántas familias tienen trabajo, tienen amistades, tienen valores gracias a este gigante de robos.

Las horas de sueño, quizás, es lo que más me ha dolido perder en manos de estos rufianes; me gustaría aclarar porque mis sábados empezaban a las 5 de la mañana y la de la mayoría de los voluntarios y familias que pertenecíamos a este programa también.

Pero lo digo con orgullo, sin resentimiento, quizás el caminar por la avenida Atlixcáyotl a las 6:30 am escuchando mi música favorita con un café de 10 pesos en la mano, ha sido uno de los placeres que más disfruté durante mi estancia con esta banda delictiva.

El gritar en los camiones -¡Ya nos vamos!- Y escuchar los gritos de felicidad, las risas contagiadas de energía, los ojos de curiosidad por las primeras veces lejos de casa, lejos de papá y mamá pero felices por el lugar que van a conocer por primera vez, llámese zoológico, parque estatal, estadio de futbol, cine, “antro”, fiesta de disfraces, plaza comercial, restaurante… TODO LO DISFRUTABAMOS, hasta el adornar tu gorra una noche antes del paseo o confeccionar tu disfraz para la clausura más grande que Club Amigos Verano haya visto jamás.

Por último, el delito más grande que Teletón cometió conmigo es que me robó el tiempo.

Tiempo para hacer cosas que en realidad funcionaran, tiempo para pensar en mi futuro, tiempo para hacer actividades enriquecedoras en lugar de gritar porras desde las 8 de la mañana para alentar y animar a niños y jóvenes pacientes y voluntarios del CRIT Puebla. Me robaron años de mi vida y como lo mencioné en párrafos preliminares, el fin de mi adolescencia y el principio de mi vida adulta los “perdí” aquí.

Y sin duda creo firmemente que, así como yo, muchos de mis amigos y los voluntarios que estuvimos aquí haríamos exactamente lo mismo si nos dieran la oportunidad de regresar el tiempo.

Aquí, conocimos de valores, del verdadero significado de la palabra familia que te da el equipo que adoptas y cantas su porra con todas tus fuerzas, además de aquellos padres que hacen lo imposible porque su hijo o hija viva la experiencia de ir al cine (por mencionar sólo un paseo) por primera vez, del verdadero significado de la palabra “trabajo” que te la da aquel papá que recorre la ciudad de Puebla luchando por sus hijos, de la palabra amor que te la da aquella risa inigualable, incomparable, irrepetible.

El verdadero significado de la palabra amigo, el verdadero significado de la palabra gracias; que a veces se traduce con el regalo tan grande que es una paleta payaso.

Y es aquí en donde quiero agradecer a todos los familiares que confiaron en los equipos de los que fui parte y confiaron en nosotros, de todos los voluntarios que pude saludarlos a las 8 am con aún sueño, pero sin ganas de regresar a casa a dormir.

De agradecer cada detalle que recibía y de cada lección que me llevé de cada una de las personas que me rodearon.

Y sí, me robaron mis mejores años, 6 años y espero que sean próximamente 7. Me robaron mucho tiempo.

Pero, como diría aquella mujer sabia de pelo lacio y blanco que cocinaba la mejor sopa de fideo del mundo, mi abuela:

“Pierde tiempo con quien ganes vida”.

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