Retrato de mi madre
Desde que tengo memoria, madre, despertabas a las cuatro de la mañana para ir a trabajar; no importando si llovía o estabas enferma o simplemente no tenías ánimos. Ninguna adversidad es tan grande cuando, nosotros, tus hijos estamos de por medio. Las ocho de la mañana era tu hora de llegada a casa y habías terminado sólo con la tercera parte de tu jornada laboral; yo a esas horas te notaba cansada pero con una sonrisa en los labios y un semblante de confianza… no me lo explicaba. Para mí era muy temprano y a penas despertaba cuando tú ya te habías enfrentado al mundo.
Notaba que tú no tenías tiempo para desayunar: corrías para cambiarte la ropa y para que yo sí desayunara; transcurría el día y la tonalidad más anaranjada del sol me avisaba que era hora de ir por ti a tu negocio, acompañando a alguno de mis dos hermanos, ansiosos, porque después de un largo día estaríamos juntos y conviviríamos el resto de la tarde y la noche; eso ocurrió por otro par de años, cuando las circunstancias y el tiempo cambiaban (para bien, casi siempre). Poco a poco, me daba cuenta del porqué de cada cosa; hubo preguntas que nunca te hice. Así solas, como surgían, se iban respondiendo, sin palabras; sólo con actitudes y acciones. Al pasar el tiempo la propia vida me hizo asumirlas y tomar acción de aquellas respuestas con un fin tácito, que considero es compartir más contigo y conocer el valor de las situaciones a las que juntos hemos hecho frente.
Hoy junto con mis hermanos y la familia que has formado, celebro un aniversario más de tu presencia en nuestras vidas. Me faltan las palabras para expresarte la fortuna que es tenerte a mi lado y saber que existe alguien tan increíble y fuerte como tú, que das todo incondicionalmente, que las heridas no te impiden amar y creer, que siempre las personas pueden ser mejores, en fin, alguien tan cercano a lo celestial. Entiendo parcialmente lo que me han dicho; “… solo hasta que tengas a tus hijos, conocerás el verdadero amor…” , porque, en efecto, me lo dice quien da todo por sus hijos y personas cercanas, digo parcialmente porque así lo noto contigo, mamá, asemejo tu bondad con la divina, porque cuando me he equivocado, sin reprenderme o enjuiciarme, me has orientado y perdonado; porque no me he sentido más cuidado o más seguro que cuando en un día normal o inmerso en un llanto desenfrenado me abrazas y confiadamente me dices que todo estará mejor, no conozco a alguien que con tu ahínco y sensibilidad entiendan un dolor como si fuera suyo y en tus ojos al trasluz de tu mirada anuncies todo el amor que nos tienes.
Todo lo bueno que puedo ser es por ti; cada triunfo mío es de los dos, los aspectos positivos de mi vida llevan imbíbito una parte de tu corazón. Todo el amor que me has proferido, y más aún, el que sin decirlo me has demostrado, es aquello que me hace valorar el contraste del frió en las madrugadas con el de la comodidad de un desayuno, el agradecer por una oportunidad más a Dios y a las personas que nos la brindan en la vida.
Mamá: tu eres eterna, porque esa alegría que transmites y el amor que nos das no nace de la carne y de los huesos, va más allá, a lo inexplicable -al alma-. Esa, que a la idea que me he formado, también a veces es mi conciencia, porque ese fervor que tienes en mí, lo siento (aún cuando no estás a mi lado) me inspiras, eres guía y luz, en esos momentos y circunstancias en donde la razón no es suficiente para mantenerte en pie, en las horas más oscuras, cuando tu voz retumba en mi cabeza, siempre como un llamado para hacer lo correcto.
Como muchas personas nos toca celebrarte en medio de una crisis mundial, y tal vez parezca difícil obtener una virtud de todo este caos, pero debes saber que en el mundo no existe alguien tan importante y que yo ame más que tú. Que conservo cada plática cuando desayunamos y que seguiré procurando llegar temprano cuando se pueda, para comer juntos, que es invaluable cada segundo a tu lado, perdón por los dolores de cabeza que te he causado, nunca me faltes mamá, te prometo tranquilidad.
Gracias por estos veinticuatro años conmigo, por tantas alegrías y enseñanzas.
Te ama, tu hijo.
L.A.P.M