lunes, noviembre 4 2024

TALA/ por Alejandra Gómez Macchia

El lenguaje es un ser vivo. Por lo tanto cambia, muta y se pervierte.

Las palabras de ayer han adquirido nuevos significados, y con tantos modismos y extranjerismos, es fácil perderse en las vanguardias.

Hace unos meses conocí una palabra del slang cibernético. ¡Bueno!, conocía la palabra, pero no el contexto en el que actualmente se utiliza.

Estaba muy contenta realizando actividades nada propias de mi sexo, cuando de pronto escuché una conversación entre mi hija y sus amigas (15 años).

Las chamacas hablaban como hablan los chavos de hoy: con contracciones delirantes y pobres frases hechas… y entre sus carcajadas escuché algo así como: “este wey me pidió que le rolara el pack”.

Entonces pensé en un texto sobre los paquetes que un día escribí y que vale la pena retomar, ya que el “pack” de ahora no va ni envuelto ni aparece en mi inocente lista.

Paquetes

El paquete es un embalaje, recipiente o envoltura que contiene “algo” de manera provisional. Es un estuche o bolso o caja o amarre que agrupa cosas. El paquete es la vista exterior de un sinfín de artículos. Hay paquetes de cigarros, de refrescos, de dulces, chicles, manzanas y de bolis. De viajes, de cartas, de fiestas para bodas y de seguros. Paquetes electorales. Paquetes fúnebres. La telefonía hoy se maneja por paquetes: ilimitados, pre pagados, de consumo tope y “más por menos”. ¡Hoy acercarte a tus seres queridos que viven en el extranjero es posible gracias a los paquetes!

A un ex novio le decían Paquete porque se llamaba Francisco (ese es otro tipo de paquete).

Recuerdo también que cuando era niña, ser mujer y menstruar era algo bochornoso y en las misceláneas te envolvían en un paquete “el paquete” de los Kotex.

En el doble sentido, se dice que un tipo tiene un “buen paquete” porque deja ver la silueta de un abultado y saludable pene.

En todas las tiendas de autoservicio hay paqueterías y paqueteras.

Me gusta decir: “Donne-moi un paquet de cigares s’il vous plaît” porque se oye elegante decir “paquete” en francés y porque no sé aplicarlo de otra manera.

Envoltorio suena muy rupestre, bulto muy albañilesco y embalaje muy mamón.

Ahora bien, he dado algunos ejemplos del uso de la palabra paquete, pero hay una nueva manera de llamar al paquete sin su nombre (y me parece horrible y fría): “combo”.

Se ha puesto de moda su uso sobre todo en establecimientos comerciales donde te retacan tres tipos de basura al precio de dos.

Mc Donalds, Pizza Hut, Sanborns, etcétera son adictos a los paquetes.

Uniroyal, Goodyear y Michelín promocionan: “Llévese tres llantas a precio de dos y al pagar la cuarta (edición Limmited) le regalamos una bonita gorra”.

Pero el combo no es un paquete. Más bien es una combinación que, por ende, debe ser dada a precio regular, pero a la banda le gusta que la engañen y pues ya ni modo.

Yo me quedo con la linda definición de paquete que nos dio el brillante Salvador Elizondo: “Un paquete es un conjunto de seis cosas, que cuesta lo que cinco de ellas, del que solamente queremos UNA que no podemos obtener sin pagar por las otras cuatro”.

Este texto fue publicado en el año 2012, cuando aún no existía la moda de “rolar el pack” por Whatsapp.

No fue sino hasta que escuché a mi hija y sus amigas, cuando me enteré de esa nueva modalidad de paquetes. Pero antes de descubrirlo tuve que seguir la ruta crítica del crimen, así que me aventuré a entreabrir la puerta del cuarto donde las pequeñas truhanas hacían de las suyas, para poder investigar más.

Una vez que me situé en determinado punto ciego, vi que las mocosas estaban haciéndole zoom in a varias fotos de chicas de su edad, posando, o bien en ropa interior, o totalmente desnudas. Así que entré en acción y les pregunté qué carajos estaban haciendo, y con una sonrisa comprometedora, una de las niñas contestó: estamos viendo el “pack” que le mandó zutanita a fulanito.

¿El pack? Sí, el pack, terció mi hija: así se le dice cuando alguien manda sus fotos encuerada a un grupo o a otra persona: a tu galán o a tu crush o a tu quedante (luego hablaré de esa nueva palabra: quedante).

Entonces me sentí completamente rezagada y tonta. ¿Así que alguien, algún malhechor le estaba pidiendo el “pack” a mi muchachita?

No me quise ver como una madre alcahueta, pero tampoco como una madre escandalizada, así que lo único que tuve a bien en decirles a las chavas fue: “acuérdense que viven en Puebla, y si mandan el Pack, en dos segundos van a volverse la comidilla de todas las escuelas y ahí sí a ver cómo se defienden del escarnio y el bullying”.

No supieron qué era “escarnio”, pero quiero pensar que mi advertencia les cimbró lo suficiente como para evitar que “mandaran el pack” a cualquier escuincle onanista.

Ya más noche me puse a pensar si las fotos que uno luego manda a las amigas para presumirle el último calzón de CK o la nueva porción de celulitis que ha invadido tus nalgas, podrían ser consideradas como “packs”. Y horrorizada recordé que varias de esas amigas ya son más bien ex amigas. Uff.

Por eso es mejor apretarse el ego y no andar presumiendo el corpachón con la banda que consideras cuata, no vaya a ser un día que te agarren como Zague, y ahí sí, ¿cómo defiendes tu paquete?

 

 

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About Author

Alejandra Gómez Macchia

Truncó su carrera de música porque se embarazó de Elena. Fue bailarina de danzas africanas, pero se jodió la rodilla. No sabe cómo llegó al periodismo (le gusta porque se bebe y se come bien). Escribe para evitar el vértigo. En el año 2015 publicó “Lo que Facebook se llevó” (Penguin Random House), y en unos meses publicará un libro de relatos, “Bernhard se muere”, en la editorial española Pre-Textos.

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