domingo, diciembre 22 2024

Aldo Cortés

“Le vent souffle sur les plaines et el vie bat de l’aile. Tu as dit «Je t’aime» mais juste son sourire traine…” L. F.

“I need to hear you say those words. If I’m all that you desire, I promise there’ll be fire”.

S.M.

La respuesta rápida es porque la quiero. Su sonrisa abre el telón. La escenografía es cualquiera que tú decidas imaginar, para su ternura no hay terreno que no valga. Está preparada para el devenir. A veces, huir es buscar un refugio.

Llevo meses mendigando con escribir, como si me pagasen por realizar alguno de los dos verbos. La inspiración no se vincula propiamente con los lugares, sino con las personas. Los latinos decían bene te, bene me. Allí donde estés bien, está tu hogar. Uno puede ir con las manos vacías y, sin embargo, sentir que lleva todo consigo. Las personas que queremos nunca están lejos de nosotros, siempre queda algo de ellas. También nos dejan sus ausencias, remordimientos, ilusiones…

Enciendo el televisor. Mi equipo ha perdido otra vez. Algunos más cándidos pensamos que si la vida es espectáculo, también puede ser atractiva. El fútbol significa, en parte, eso. Pero me estoy yendo por las ramas, uno siempre termina consolándose con lo que puede. Las palabras no hacen el amor, sólo postergan el olvido.

La historia no es lineal, es un columpio que va y viene, que sube y baja, que lleva impulso y, de golpe, se detiene. Yo he estado aquí antes. No puedo decir hace cuánto ni por qué, algunas cosas no se sujetan a la medida trivial de un hombre. Lo que en el budismo llaman el nirvana, o en el zen el satori, yo quiero llamarlo conexión. Nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos y, como siempre, revolucionemos nuestra existencia. Verso libre para quien no sigue caminos, pero sabe llegar.

Naturalmente- amén.

So here it goes, babe:

            Constantemente imagino que vivo entre las cartas de Martín y Laura. He despertado tarde, pero no me aflige la dilación. No pasa nada mientras no toquemos la puerta equivocada. Me escribe cartas, pero sólo con anticipación. No debería ser así. Aunque lo dejo pasar, porque, pese a todo, encuentro ternura en él. Cabe la posibilidad de algún día haga rompa el cascarón y hago algo increíblemente genial. Tampoco lo apuro, las cosas que realmente valen la pena llevan su tiempo.

            Si las personas no nos convencen de convivir, hay otros seres que lo hacen. Yo sólo digo mi canción a quien conmigo va. Muchos andan a cuatro patas; él prefiere los gatos, yo los perros. Cuestión de gustos y armonía. No lo admite, pero sabe que los perros son más queridos. Le hago bromas al respecto, pero siempre con ternura, con cierta simpatía que genera la ironía. Lo reto porque sé que voy a ganarle y, partida doble, porque él detesta perder.

            Hoy he querido sentirme más bonita y la princesa Leia conspira conmigo para lograrlo. Pero no todo es gloria en los azares de la estética, el sol me juega una mala pasada y deja consigo un bronceado que mis pies no han pedido. No culpo al sol, no obstante, tomaré otras medidas.

            Lo espero hasta que termina su clase. Hay días que lo miro cabizbajo y le dibujo un paisaje que él pueda vivir. Desconozco cómo lo logro, pero irradia algo distinto cuando está conmigo. Intenta cortejarme con dulces y caramelos, con donas y Hershey’s, con bebidas y cuentos… Le digo que lo quiero. Y él, apasionadamente, me dice que soy gorda y fea. Ja, ja, ja, pobrecito. Y más adelante, me besa la mejilla. Me dice que me quiere.

            Escucho sus ideas, presto atención a cada desplante que realiza, le extasía hablar de escritores y literatura. Es como un niño con zapatillas nuevas. Él predica que la literatura es un ejercicio de sinceridad, me gustaría que siempre fuese así conmigo. Le convenzo de que puede confiar en mí, que aun cuando no tenga la respuesta seguiré con él hasta encontrarla. Le cuesta admitir la fragilidad, el orgullo también puede herirlo. Pide paciencia, aunque no es -precisamente- mi mayor virtud.

            Cogemos el vuelo… camina lento y es bastante distraído. Con todo, tiene la frescura de invitarme a correr. Desde luego que accedería, pero sé equivocó en el orden de los factores: el ejercicio va antes que la comida, O, en el mejor de los casos, hasta pasada la digestión. El día menos esperado lo haremos.

            Me pide que sonría. No hace falta hacerlo, siempre lo hago.

No empieces desde cero, empieza conmigo.

¿Cuándo comencé a escribir cartas que nunca te envío? Vacía un poco tus bolsillos, quiero que tengas de memoria. Da un paso conmigo. Quiero estar en casa.

Intento asimilar la forma en qué llegaste y sigues conmigo. Porque una vez que eres tú, sólo eres tú. Intento apaciguar los malos ratos con los segundos que paso contigo. No lo tomes a mal, no es fácil querer a alguien. Me maravilla la idea de quién eres,  lo que haces, por quien algún día te convertirás y, aun cuando no fuese verdad, yo creo en eso. Entre esa verdad y tú, me quedaría contigo.

Lo hago por escrito, ya sabes que sólo las cosas conservadas así son las únicas que tienen posibilidad de llegar a ser realidad: yo estaré para ti. Incluso cuando no lo esté en la forma que lo necesitas, seguiré para ti. Incluso cuando mi cariño no sea lo que quieras, estará para ti. Incluso cuando mis palabras no ayuden, siempre te escucharé. Incluso cuando yo no pueda sacarte de un vacío, me recostaré contigo en el mismo. Incluso cuando no puedas olvidarte de tu sombra, yo la invitaré a bailar por ti.

A lo largo de mi vida he creído incondicionalmente en uno: la lealtad. Y la lealtad es otra forma de comprender las decisiones de otras personas aun si ser del todo ciertas. La vida es así. Cuando se me agoten las palabras, te obsequio mi silencio. Cuando se acaben mis buenos ratos, te ofrezco el deseo de no claudicar. Cuando creas que el mundo se ha tornado en tu contra, llámame y juntos entenderemos muchas cosas. Te ofrezco, la lealtad de alguien que nunca ha sido leal.

Y cuando ya no me necesites, seguiré para ti. Y cuando sepa que eres feliz, de alguna u otra forma, yo habré saldado una deuda de honor.

Gracias por ser, gracias por estar, gracias por existir.

Siempre tuyo, your old fashioned, Aldo.

P.D: Y siempre acuérdate de lo que yo un día escribí pensando en ti.

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