viernes, noviembre 22 2024

Por: Claudia Luna

 

Si de medicamentos se trata soy una naturista casi incorruptible. Y digo casi porque aunque los remedios naturales son siempre mi primera opción, no creo en los absolutos.

Nunca he dudado en tomarme o darle a mis hijos un par de pastillas cuando la situación lo amerita. Me hace sentido echar mano de todas las ciencias. Por ejemplo, hace un par de años, después de una cirugía mayor, me vi obligada a tomar unas pastillas que aliviaban un dolor que, de otra manera, hubiera sido intolerable.

Si bien el medicamento me ayudaba en este aspecto, me mantenía tirada sobre el sillón como una muñeca de trapo por el narcótico que contenía. Aunque el médico me había indicado tomarlo cada ocho horas, yo trataba de extender el tiempo hasta que me empezaba a retorcer como una lagartija.

Esto lo hacía con la intención de no apagarme y desconectarme del mundo. En una ocasión, cuando ya empezaba a retorcerme por el dolor, le pedí a uno de mis hijos que me alcanzara la caja.

Al leer la etiqueta, mi hijo comentó que esas mismas pastillas se vendían en el mercado negro y que conocía muchachos en su universidad que las compraban para drogarse.

Me dejó perpleja enterarme de que a un joven le pueda apetecer tomar una medicina como esa. Difícil entender cómo un chico, lleno de salud y que tiene la fortuna de estudiar en una universidad, quiera perderse siquiera un segundo de la realidad y decide tomarlas.

Hoy cuando el futuro presidente de México se ha pronunciado a favor de la despenalización del cultivo, comercialización y consumo de la mariguana, no puedo dejar de pensar en aquellos jóvenes que no dudan en meterse cualquier cosa a su sistema . En muchos foros se ha discutido acerca de este tema y, si bien las partes no parecen ponerse de acuerdo, todo indica que pronto se volverá una realidad.

Algunos argumentan que podría ser una solución para controlar los altos índices de violencia en México, a la vez que se generarían grandes ingresos con los impuestos que conlleva su comercialización.

Pero cuidado, no todo lo que es legal es beneficioso. En la actualidad, y sin estar permitido, el cannabis es la tercera droga más consumida, después del alcohol y el tabaco.

De legitimarse, el grupo más vulnerable sería el de los jóvenes. Hay estudios que señalan que el consumo temprano de esta droga está ligado con menores niveles de cociente intelectual.

Es decir, las personas, que comienzan a consumirla cuando todavía son muy jóvenes, no desarrollan todas sus capacidades intelectuales.

Es fácil encontrar en el internet listas enteras de consecuencias negativas para el cerebro como resultado de su ingesta, pero insisto en el efecto de esta droga que me parece más alarmante: el de evadir y desconectarse de la realidad.

Hoy en día un muchacho de grado universitario se mete una pastilla a la boca sin importarle que contiene de dónde salió o de qué manos viene. También es una realidad que los chicos consiguen, sin mucho problema, anfetaminas y las consumen cuando se van de fiesta.

Antes de legalizar el consumo de la mariguana, habría que considerar lo que sucederá cuando su uso se vea como algo normal y los jóvenes que la ingieran quieran experimentar nuevas sensaciones con otras drogas quizá más dañinas. Es cierto que también se cantan alabanzas sobre el cannabis sus efectos y sus aplicaciones, algunas sobre todo en el ramo de la medicina suenan muy atractivas.

El futuro es incierto y nadie puede a bien predecir el próximo rostro de México tras lo que parece ser una inminente legalización de la Diosa Verde.

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About Author

Claudia Luna

Escritora y Directora creativa en www.carlosluna.com y Diseñadora Gráfica.

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