jueves, noviembre 21 2024

por Alejandra Gómez Macchia

Cuando una bomba cae, no se puede calcular inmediatamente hasta donde llega su onda expansiva.

El día que se cayó el Agusta en el que perdieron la vida el Senador Moreno Valle y la gobernadora Martha Érika Alonso, las piezas de esa mothership llamada “Morenovallismo” quedaron desperdigadas no sólo en el terreno del siniestro; la aparatosa caída dejó pendiendo de un hilo el proyecto que por años levantó Rafael, y ese hilo, del que quedaron colgando los miembros del club, está oficialmente roto.

Y es que como buen absolutista, Moreno Valle controlaba desde los acuerdos políticos más pantagruélicos hasta el inventario de las plumas BIC que había en cada dependencia. Si algo sabía a la perfección nuestro personaje, eso era que el poder no se comparte; se delegan tareas, sin embargo, no se desvelan las suertes de prestidigitación con las que se cierran negociaciones importantes. 

Esto quedó evidenciado a unas horas de su extinción, cuando el grupo quedó convertido en un orfanato, y la madrastra mala, es decir, los miembros del PAN nacional que veían en Moreno Valle como el tirano que por más que intentaron no pudieron derrocar, aprovechó la orfandad para dar una última estocada, que fue no meter las manos en aras de cohesionar los bandos.

Las enseñanzas del ex gobernador no surtieron el efecto esperado por una razón: porque guardó para sí las artes mayores de la negociación.

Moreno Valle fue un padre testarudo a la vieja usanza, celoso de sus secretos, y como buen padre autoritario, contrapunteó muchas veces a sus hijos con el propósito de que ellos descubrieran por sus propios medios la pelota escondida en el juego.

Algo falló, y no fue la falta de adiestramiento.

Más bien olvidó (o no le apeteció nunca) dictar las lecciones puntuales para amagar al enemigo.

La trama de esta historia tiene pasajes shakesperianos con tintes tragicómicos.

Los Yagos no saben intrigar bien y dejan vivo al objeto de su calumnia, y los Hamlets se quedaron esperando la visita del fantasma paterno para que les desvelara el nombre del traidor.

Esta tarde, el gabinete que había nombrado la gobernadora empezó, como Pedro Páramo, a derrumbarse como un montón de piedras.

¿Tony Gali puede reinventarse con su propia marca y salir de la entropía con sus propio capital político?

O más bien el PAN es un muerto fresco que pasó a mejor vida inmediatamente después que el Agusta se precipitó.

Y de pronto…  las tumbas del PRI se abrieron.

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