jueves, diciembre 19 2024

Mario Alberto Mejía 

La hermana de Xóchitl Gálvez —Malinali— fue detenida hace nueve años y enviada a prisión.

¿Su delito?

Enamorarse de un hombre —el “Albert”— ligado a una banda de secuestradores denominada “Los Tolmex”.

La foto de su ficha policial deja ver que la golpearon en el ojo derecho y en otras partes del rostro.

Los reporteros de la nota roja dicen que fue cómplice, además de los citados, del “Panqué”, “El Osito” y “El Diablo”.

Su delito fue enamorarse del hombre incorrecto. Malinali, como muchas mujeres, se casó, tuvo hijas —dos—, sufrió malos tratos y se divorció. Su esposo era taxista.

Cuando conoció al “Albert” sintió que estaba conociendo a su pareja ideal. En un mensaje de texto le dice cosas llenas de amor y de pasión con abundantes faltas de ortografía. Así es el amor: no conoce de gramática.

El modus operandi era éste: Malinali ponía a las víctimas. Es decir: las entregaba. Supongo que se iba a tomar un cafecito con alguna amiga de clase media, platicaban de cualquier desventura y ya que salían del lugar se aparecía “El Diablo” —literal— acompañado del “Panqué” y “El Osito”.(Dan ternura los apodos. El “Panqué” y “El Osito”, sobre todo. Y en efecto: el primero hacía honor a su apelativo. Parecía un Panqué de pasas de tanto lunar. “El Diablo”, en cambio, daba miedo).

Malinali, pues, ponía a las víctimas, y los plagiarios las metían a empujones a un auto, las vendaban, les pegaban, les gritaban y hacían con ellas todas esas cosas que hacen los secuestradores.

Luego las metían a una jaula, les cortaban un dedo —o una oreja—, los enviaban vía HDL a los familiares, y le ponían precio al rescate.

En una entrevista radiofónica, realizada en esa fecha, Xóchitl Gálvez dijo estas palabras: “Sí. Venimos de la misma familia con problemas de violencia, de pobreza. No sé si en alguna familia como la de nosotros podamos haber hermanos tan diferentes, pero no me cuadra. No me parece que sea una mujer mala. No me da. Sé que tenía una relación con una pareja muy complicada y que inclusive la golpeaba. Sí había violencia. Yo me enojé con ella. Te puedo decir que eso nos tenía distanciadas porque yo no aprobaba que se dejara golpear”.

La historia es triste de suyo. Una mujer golpeada que huye de un matrimonio violento y repite el esquema con un nuevo golpeador.

Esta historia está cruzada por diversos fuegos: el amor, la pasión, la entrega total, el llanto, los gritos, y nuevos y variados golpes. Al final, ya lo sabemos, la reconciliación se impone y todo vuelve a ser como al principio, hasta que, de nuevo, surge un grito, una mentada, una amenaza y un golpe en pleno ojo (izquierdo). El ojo derecho es un ojo menos recurrente en casos de violencia intrafamiliar. Esto último es un enigma.

Ahora que Xóchitl Gálvez fue a tocar, sin éxito, las puertas de Palacio Nacional para ejercer su derecho de réplica ante el presidente López Obrador, un reportero le gritoneó lo de su hermana con un tonito parecido al de “Lady Tepito”:

“¡Mejor háblenos de su hermana la secuestradora, seño!”.

Pensé en la triste vida de Malinali soportando los golpes del taxista. (Su primer esposo). Imaginé su llanto en la zotehuela, junto al bóiler gastado. Imaginé el olor a Clarasol y a ropa húmeda. Imaginé el divorcio y las luces de un nuevo amor. Imaginé la pasión brutal con el “Albert” en un motel de la calzada de Tlalpan. Imaginé los sueños construidos en una lonchería de San Antonio Abad. Imaginé el momento en que el “Albert” le presentó al “Diablo”, al “Panqué” y al “Osito”…

“¿Qué culpa tengo yo de haber nacido apasionada?”, pudo haber dicho en medio de las lágrimas antes de entrar a prisión.

 

 

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