lunes, noviembre 25 2024

Memorial
Por Juan Manuel Mecinas

“Las Mañaneras” muestran la relación que la prensa quiere tener con el poder. En otros países, los portavoces del gobierno son los encargados de contestar las preguntas sobre las acciones del gobierno. En nuestro país, ese ejercicio se ha convertido en un monólogo aburrido por parte del Ejecutivo, que a casi a nadie importa, salvo al Presidente. En la mayoría de casos, la cobertura de las mañaneras se ha traducido en notas sensacionalistas respecto de lo que dice López Obrador y poco más. Basta un gesto caricaturesco, un apodo, una referencia contra la oposición, para que la prensa olvide todo lo que se puede contar en tres horas frente a micrófonos. La nota es el apodo o la diatriba que haya expresado el Presidente.

En esos ejercicios hay poco que rescatar, salvo el uso que el presidente hace del tiempo de los medios. Por eso, llama la atención que la prensa siga poniendo tanto interés en una comparecencia que no tiene trascendencia. El Presidente puede decir una cosa y luego otra totalmente contraria a la primera, y nada pasa, y nada pasará. La prensa ha caído en el engaño de que el Presidente se presenta para rendir cuentas o para informar, pero en realidad lo que busca es algo distinto: seguir presente. Por eso el ejercicio se alarga. López Obrador cree que el gobernante debe fijar la agenda al inicio del día y que estando frente a las cámaras es señal suficiente de transparencia y de que el gobierno está informando. Apenas el fin de semana así lo dijo frente a algunos reporteros: “yo siempre estoy informando”, pero en realidad lo que quiso decir es: yo siempre estoy presente.

No está tan equivocado López Obrador si lo que quiere es una sobreexposición mediática para que sus adversarios se vean avasallados. Y tampoco está tan equivocado si se mira a la historia reciente de México, donde a Enrique Peña nieto y a Calderón de nada les sirvió haber pagado miles de millones de dólares a la prensa, pues la publicidad no significa que se tenga presente las acciones del gobernante. Y la ausencias de Peña y Calderón la llenaba López Obrador. Es el político que ha estado presente durante los últimos tres sexenios y no piensa dejar de estarlo. Es su forma de gobernar: estar presente –y por la mañana– opaca a sus opositores.

A esto se debe que lo que algunos interpretan como un ejercicio de información, termina por no ser eso ni tampoco una entrevista o el momento en el que el Ejecutivo expone las guías de políticas o programas de gobierno. Las mañaneras se tratan solo de estar. Porque estando, López Obrador entiende que ocupa el espacio que otros pudieran ocupar. Estar significa que los otros se ausenten.

Y tampoco se trata de un mero culto a la personalidad, como algunos pueden pensar. Se trata de aprovechar los reflectores para abarcar espacios que otros están siendo incapaces de ocupar. Las mañaneras son un ejercicio en el que el presidente trata de fijar agenda y distraer a la prensa, lo que hace porque sabe que está embelesada con escudriñar hasta el último detalle de lo que diga el Presidente.

Ni los medios ni AMLO se han dado cuenta de que los tiempos han cambiado. Por el lado del Presidente, es entendible, porque el método empleado le ha resultado benéfico, pero la prensa tendría que virar y fijarse menos en los dichos del presidente y enfocarse más en los hechos del gobierno en turno. La prensa tendría que dejar de empecinarse en mostrar que López Obrador miente o en resaltar las ocurrencias del Presidente;  no se da cuenta que durante quince años eso no ha dado resultado.

Son los hechos los que pueden afectarlo y a partir de donde puede partir la crítica y la verdadera rendición de cuentas. No son sus dichos o los dichos de otros.

La prensa no ha entendido que en mil horas más de mañaneras el Presidente dirá pocas cosas interesantes, pero que sus obras, sus programas y sus políticas dicen más que lo que una persona puede expresar en tres horas frente a los micrófonos.

Y la prensa tampoco ha entendido que de poco sirve que se afirme una y otra vez que el Presidente miente. The New York Times publicó el sinnúmero de mentiras que decía Donald Trump un día sí y otro también, y la noticia no tuvo una relevancia mayor.

Al Presidente le gusta usar a los medios porque quiere estar presente y no porque el mensaje importe o sea verdadero. El mensaje está en el fondo: mientras él esté presente, los demás no están; no son.

López Obrador no busca convencer. AMLo busca aprovechar a una prensa distraída y preocupada por lo que el presidente dice y no por lo que el Presidente hace. Mirar hacia un horizonte distinto es vital para obligar al Presidente a cambiar esta dinámica inútil, costosa y aburrida. Dejar de lado los dichos del Presidente es un primer paso. A López Obrador se le critica de hacer política como en los 80, pero la prensa tampoco parece haber dejado de lado esa lejana realidad.

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