por Carlos Meza Viveros
Cuando Sigmund Freud recibía a sus pacientes en el diván, muchos de ellos llegaban sin saber qué clase de padecimiento los aquejaba. Huelga decir que la mayoría tenía neurosis, y a partir de ahí, con el paso del tiempo y de las intensas jornadas en ese confesionario horizontal, se desvelaban patologías más complejas.
Unos eran esquizofrénicos, otros paranoicos, otros esquizofrénicos y paranoicos, entre otros trastornos.
La mente humana es maravillosa porque se puede comparar con uno de esos laberintos de castillo inglés. Uno se puede introducir a sus pensamientos y vagar libre. Hay pasadizos ocultos, pero cuidado, si no se sabe salir, quedamos entrampados.
Dicen los que saben que cuando un demente entra al manicomio, el demente no sufre puesto que nunca se entera que está completamente deschavetado. Es la familia, también los amigos y hasta los enemigos, quienes se dan perfectamente cuenta que el loco es un loco… pues bien, eso es justamente lo que le sucede a José Juan Espinosa.
Es del conocimiento público que este personaje de la picaresca poblana es parecido a aquel orate que aparecía en la película Cinema Paradiso; el pordiosero que gritaba a la menor provocación “La piazza è mía, la piazza è mía”, sin embargo, bueno fuera que JJ tuviera los arrojos para salir diariamente al zócalo a ejecutar su rutina esquizoide, en cambio lo hace en el Congreso frente a sus compañeros diputados quienes prefieren ya no prestarle atención porque es una pérdida de tiempo, en donde sí explaya sus más extravagantes patologías es en Twitter, el único lugar donde todavía alguien lo replica (otros pacientitos de “manicure”) o le dan RT sin querer.
Como buen pánfilo, JJ es especialista en lanzar dardos y luego esconde la mano, ya que de momento (cuando no le llega el litio a la cabeza) se envalentona y despotrica contra quienes los cuestionan, pero es incapaz de aguantar dos rounds debatiendo. Lo suyo es la pataleta y la verborrea. Lo suyo es, también, una paranoia que ha alcanzado niveles insospechados, de otra manera uno no se explica porqué si tan gallito acaba por bloquear a la gente.
Lo de la paranoia es perfectamente comprensible ya que a partir de que sus patrones lo dejaron en el desamparo, y luego de que dejara de operar en secreto contra Barbosa por órdenes de Eukid (como lo hizo en la campaña donde ejecutó un performance alucinante en el MM), JJ ha salido del closet y se ha convertido en un crítico cotidiano del gobernador… lo que nos lleva a preguntarnos, ¿con qué autoridad moral tuitea este sujeto cuando todo el mundo sabe que desfalcó las arcas de Cholula y ha hecho pingües negocios que ni siquiera tiene el empacho de ocultar?
El muertero más desafecto de San Pedro es como esos locos que entraban y salían del Sanatorio Guadalupe ubicado debajo de la pirámide: sigue paseándose por los portales pensando que es la abeja reina cuando toda la gente sabe que es un zángano.
No hace mucho un oriundo de San Pedro me comentó que caer en los funerales Asís (de los que JJ es dueño) es más caro que irse a vacacionar al Caribe con la family, lo que agudiza todavía más el descaro y la falta de don de gentes del ex alcalde, pues no le basta con haberse chingado a sus coterráneos en vida, sino que también muertos les da un cancazo que deja temblando a los deudos.
Que no nos quepa la menor duda que José Juan posee más parcelitas de coles de las que se conocen, ya que como la muerte no avisa, seguramente no ha faltado el ejidatario que le haya dejado sus tierritas a cambio de una pijama de madera y el uso de las instalaciones de la funeraria. Así se las gasta el diputado uñitas. El mismo que hoy se asume como el paladín de la justicia y da alaridos estridentes (como de cochino en chiquero de pulquería) descalificando a un gobernador a quien según él defendió del fraude pergeñado en la mapachera del MM, pero el tiempo y la neurosis y la paranoia y la esquizofrenia que padece desde que descubrió las bondades de la vulcanizada y la talacha, hoy lo exhiben como lo que siempre ha sido: un bribón ideas cortas y de cola muy, pero muy largas.
Lo digo sin acritud, pero lo digo.