viernes, noviembre 22 2024

Salmos Profanos
Por: Aldo Cortés

“Iker Casillas es una leyenda, un mito, y los mitos no se rinden, así como así”. Jorge Valdano

En vísperas de su cumpleaños número 38, el guardameta Iker Casillas sufrió un infarto agudo en el miocardio durante la mañana del miércoles. Casillas está a salvo, estable y con el problema cardíaco resuelto.

Comencé a ser aficionado del Real Madrid cuando tenía 8 años, tal vez antes. Recuerdo que, de las muchas estrellas que conformaban aquel equipo Galáctico de la temporada 2004-2005, el más significativo para mí era –es– Iker Casillas. En ese entonces sabía menos del futbol y, sin embargo, lo disfrutaba más. Iker portaba el dorsal número 1, utilizaba mangas recortadas, su indumentaria era clásica, tacos y guantes Reebook, short corto y medias debajo de las rodillas. Aún no portaba el gafete de capitán, pero su liderazgo era evidente. Es la clase de tipo que no habla mucho, aunque, cuando lo hace, todos callan y escuchan.

Cosas así no se improvisan, una tipología de carácter inusitado, porque todos los equipos necesitan un latido.

Cada actuación a lo largo de la carrera futbolística de Casillas le ha valido lo suficiente para ser apodado “El Santo”. Y es que cuando todo perece perdido, aparece Iker y te salva. No puedo dejar de recordar la final de Champions del Madrid versus Bayer Leverkusen, donde el oriundo de Móstoles cogió al toro por los cuernos, le acribillaron, y con 22 años – la misma la edad que yo estoy por cumplir– vistió por primera vez el traje divino. Una vocación temprana y una maduración exponencial. Meses después la Furia Roja confió en él, y en los cuarto de final de Corea-Japón 2002 osó atajar tres penales; existe cierto gremio de personas que nace con una estrella en el pecho; el Santo pertenece a tan selecto orbe. Tampoco olvido la Generación Dorada de España que ganó dos Eurocopas y un Mundial, el estandarte lo portaba, nada más ni nada menos que Iker. Capitán indiscutible. Líder en verbo conjugado.  En 2008 Italia sucumbió frente a un portero que una vez más fue figura en la tanda desde los once pasos. España no sólo conquistó su segunda copa de Europa, Rusia y el mundo entero advertía el nacimiento de una época prolífica. Después de todo, el fútbol es un espectáculo. Dos años más tarde, Sudáfrica sería testigo de tan icónico fútbol y un mano a mano, digno de ser recordado en todos los anales del fútbol, Iker se imponía ante Arjen Robben, arrebatándole así la gloria de consagrarse como Campeón del Mundo. El Santo más Santo que nunca.

Poco más tarde de tan encomiable hazaña, el futbol le correspondió una vez más permitiéndole conquistar la tan anhelada décima con el conjunto Merengue. Casillas ha ganado absolutamente todo, no hay trofeo que no campee en su palmarés y, no obstante, sigue entrenando como si el chaval aún estuviese por debutar.  

Saber perder después de siempre ganar, te gradúa como Campeón. A Iker, mucho antes de ser campeón del Mundo, lo vi fracasar con su selección, con su club, lo vi teniendo que digerir la época más fecunda y ganadora del acérrimo rival, Barcelona. Sin duda, la palabra éxito viene precedida de adjetivos más melancólicos, más agónicos, más humanos.

Casillas languideció la traición en propia casa. Quienes aplaudieron y beatificaron sus actuaciones se tornaron en sus peores detractores. Fue relegado a la banca, como si el futbol no tuviese memoria, abucheado y piteado en el estadio que lo vio nacer. Iker, portentosamente, se mantuvo leal a sus valores y a su casta, no le dio la espalda al club ni a la afición. Un caballero nunca abandona a su mujer.

Pero ahora no es el momento de rememorar ni de refrendar formidable carrera, los homenajes hay que hacerlos en vida: el corazón de Iker sigue latiendo. La vida tiene formas muy extrañas de recordarnos que cada instante cuenta, hic et nunc, el Santo en estado de gracia, más.

A Iker, sin conocerlo, sin siquiera haber intercambiado una palabra, le aprecio; como admiro a otros personajes o iconos de la literatura, de la música, del arte… del deporte. Es bien sabido que, solo conocemos al personaje, rara vez coincidimos con la persona. Y, sin embargo, el guardameta en cada declaración que hace siempre sale a relucir su lado más humano, más persona, más Iker.

Cuando el Madrid echó a Casillas por la puerta trasera, este, con la dignidad que lo caracteriza, dejó una lección clara y memorable: “Yo no quiero ser recordado por ser un buen o mal portero, quiero ser recordado por ser una buena persona. Me gustaría que me recordasen así”. Sin duda, mucha gente lo hará así. Después de tan caótico suceso, las muestras de cariño y afecto no se hicieron esperar, Iker es la clase de deportista que atrapa a la gente, ya sea por su humildad, por su buen gesto, por su carisma, por su compromiso. Con ese corazón tan grande todo quedó en un susto.

Iker se retirará. Por el bien de su familia y de él, espero que lo haga. Ha ganado todo, ha atajado hasta lo imposible, ha merecido el respeto de propios y extraños, no tiene nada que probar. Su legado ya es histórico. Un lugar especial en el Olimpo le aguarda, y como también el arquero ha dicho muchas veces, no soy galáctico, soy de Móstoles. Vendrán futuras generaciones que cogerán los guantes, portarán el dorsal 1 y soñarán con ser Iker Casillas.

Gracias Iker, gracias por hacernos soñar.

P.D. Tu corazón, ese que todavía sigue latiendo por el bien de aquellos que hoy sueñan con alcanzar lo que un día fuiste, te reclama, y yo como amigo y rival de épocas pasadas, te animo a que seas de nuevo ese león blanco, pero esta vez, detrás de la línea de banda.
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