sábado, noviembre 2 2024

A Ras de Suelo
Por Iván Juárez*

Hace un par de días en la conferencia matutina del Gobierno Federal se hizo el anuncio de la entrada en vigor del Plan DN-III-E ante la contingencia que enfrena el país por el COVID-19, con el objetivo de aumentar las capacidades del Sistema Nacional de Salud en todo el territorio mediante la participación de los recursos humanos y materiales con los que cuenta la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).

Antes de desarrollar el planteamiento estratégico de esta intervención, hagamos un poco de memoria. Fue en 1965 cuando se presentó el “Plan de auxilio a la población civil” como herramienta de apoyo a quienes año con año se encontraban, y siguen, vulnerables a fenómenos naturales dada las distintas condiciones del territorio nacional. Una experiencia de la aplicación de este plan fue el sismo de 1985, con cuya experiencia se fortaleció ampliamente el Sistema Nacional de Protección Civil. La imagen del ejército en funciones de apoyo a la población durante derrumbes, inundaciones, sismos y otras catástrofes es un símbolo de esta institución y muy seguramente una base de su reconocimiento social y la confianza refrendada año con año como la institución en quienes más confían los mexicanos. Analicemos pues su participación en esta época de pandemia

La operatividad de la participación consta de tres fases. La primera es de carácter preventivo cuyas acciones se enfocan a establecer coordinación con autoridades de estados y municipios y con agencias de salud en todo el país; la SEDENA realizará un corte de caja sobre sus capacidades instaladas y las que requiere adquirir para la acción. Además, se planea toda la logística para las fases de implementación.

La segunda fase se denomina de auxilio, en la cual se activa toda la infraestructura, se adquieren y reparten los insumos y se implementa una administración de todos esos recursos. La tercera es una fase de recuperación que supone un freno en la contingencia y que el papel de apoyo permite ir cerrando la intervención. Se finaliza con la limpieza y desinfección de espacios, equipos y todo lo utilizado en la emergencia, se censa lo utilizado y se reintegra a espacios de almacenamientos los excedentes, se hace una evaluación de toda la actuación y se presenta un informe final. Suena bastante sencillo, pero hay que reconocer que la organización y liderazgo de las fuerzas armadas permiten asumirlo como posible.

El Plan DN-III-E pondrá a disposición 16 mil 750 mujeres y hombres entre médicos, enfermeras, personal de apoyo y operativo que será capacitado para enfrentar la contingencia. Se dispondrán 570 ambulancias para la atención y traslado de pacientes, más de 2 mil 300 vehículos y 36 aeronaves.

En cuanto a instalaciones la SEDENA habilitará y pondrá a disposición para la población afectada por este coronavirus 313 unidades médicas y hospitalarias siendo 5 de alta especialidad, 36 de segundo nivel y 272 de primer nivel. La capacidad de hospitalización es de 2 mil 523 camas. Con todo este esquema este plan beneficiará a más de 14 mil personas en las tres fases de la implementación.

Es una gran maquinaria la que se incorpora al planteamiento gubernamental ante el CONAVID-19, la presencia de este virus y sus consecuencias más allá de la salud pública ya están modificando la práctica social del día a día. No es un tema sencillo, implica incluso un tema de seguridad nacional, de que las autoridades y la sociedad estén preparados para escenarios complicados donde se debe hacer valer el estado de derecho sin violentar los derechos humanos.

Mientras, seguir las recomendaciones sanitarias en la medida que nos sea posible y estar permanentemente informados de fuentes oficiales o mediante medios de comunicación responsables es parte de nuestra contribución al combate de esta pandemia. Al quedarnos en casa, cuidamos a todas las personas.

*El autor es director de comunicación del Consejo Ciudadano de Seguridad y Justicia de Puebla

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