lunes, noviembre 25 2024

La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía

El 19 de noviembre, el periodista Ricardo Morales le dedicó unas líneas —muy reveladoras— a Laura Olivia Villaseñor Rosales, secretaria de la Función Pública del gobierno poblano.

He aquí un fragmento:

“Cuentan los trabajadores que es notaria la prepotencia con la que trata a la gente, así como su falta de respeto, gritos, humillaciones, palabras altisonantes, son el común denominador en su forma de actuar y de dirigirse al personal.

“Tan es así, que se ha tomado la puntada de colocar seguridad en su oficina personal y para tener audiencia con ella todos deben dejar el celular afuera, para que no se tenga la evidencia de los maltratos.

“Lo que llama la atención y causa extrañeza es que hay dos personajes, Dulce Rivera Aranda, coordinadora general de Control y Seguimiento, y Sonia Cervantes Tello, coordinadora general Jurídica, quienes gozan de todo tipo de privilegios y cercanía con Laura Olivia”.

Hasta aquí la larga pero reveladora cita.

En efecto: doña Laura tiene un permanente mal humor.

Si ese fuera el problema, no habría problema.

(Hay malos humores que se curan con un poco de amor).

Lo grave es que por perseguir el pasado inmediato ha perdido de vista el bosque.

Me explico:

Ha preferido hurgar en los 267 pesos que no fueron justificados en la administración anterior.

267.

No 267 mil.

Menos aún 267 millones.

No.

267 miserables pesos.

Su furia interminable no termina ahí.

No hace mucho dejó un Gansito Marinela en su escritorio.

Al día siguiente, explotó contra las señoras de limpieza porque movieron de su lugar un lápiz “Mirado” y desaparecieron su Gansito.

“¿Dónde está mi Gansito?”, se escuchó en toda la oficina.

(Fue un grito desgarrador, como de parto).

¿Qué le pasa a la contralora que prefiere subirse al árbol como nuestro hermano Neanderthal en lugar de meterse al bosque a examinar el pasado?

Ricardo Morales habla de dos personajes ligados al morenovallismo que hacen su agosto a falta de dirección: Dulce y Sonia.

Hay que decirlo: ellas provienen del bajo Morenovallismo.

Es decir: son herencia de la notoria notaria —¿todavía oficia como tal?— Patricia Leal Islas.

Ya se sabe:

En política los huecos se llenan.

(No sólo ahí).

Y en la Función Pública hay un huevo enormes, abismal.

En lugar de perseguir a ladrones de Gansitos a nuestro personaje más le convendría buscarse un departamento para ella sola.

Eso, quizás, podría aliviar ese preocupante y reiterado mal humor.

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