viernes, noviembre 22 2024

por Adela Ramírez

En la mayoría de los casos, una mujer se siente madre desde el momento en que se entera de que está embarazada. Asume el compromiso y comienza a surgir una especie de pertenencia, protección y amor por ese pequeño ser, cuyo desarrollo depende por completo de ella. En contraste, si una mujer sufre la muerte de un hijo, deja de ser mamá, puesto que esa persona a su cuidado ya no existe.

Pero, ¿qué sucede si una mujer desconoce el paradero de su hija o hijo? ¿Sigue siendo mamá o ya no? Esta misma pregunta se la hacen miles de madres en todo el mundo. Día y noche piensan cómo estará su hijo perdido, si comerá, si vivirá o si simplemente se ha ido. Aunque el dolor sería terrible, es mil veces preferible conocer la verdad que seguir en una tormentosa incertidumbre.

En México, debido al gran número de desaparecidos, las autoridades se ven sobrepasadas y miles de madres se han organizado para buscar en ciudades, terrenos baldíos, desiertos y basureros los restos de sus hijos, cansadas de llorar a la duda y a la ausencia durante años.

Con lágrimas en los ojos, la piel curtida por el sol, rostros tristes, pies destrozados y miradas perdidas, estas mujeres recorren cerros, rancherías y campos de cultivo para encontrar algún indicio que las lleve hasta la última morada de los suyos.

Es impensable calcular cómo, a pesar del cansancio y la tristeza, así como de la falta de recursos para continuar la búsqueda, mantienen la esperanza y el coraje las levanta. Durante días se reúnen para imprimir volantes, playeras, hacer mantas o pancartas. Asisten a grupos de apoyo, donde aprenden a “bordan” sus heridas y elaboran comida. Han conformado, sin saberlo, una nueva familia.

A ellas se han sumado periodistas y activistas que saben que, en el país de las dudas, solo queda unirse a luchas con causa. A estas mujeres las dignifica su búsqueda, escudriñan hasta debajo de las piedras, solamente guiadas por el amor de madre, ese que desconoce límites, pretextos y burocracia. Todas ellas, «Las Rastreadoras», han aprendido a distinguir el olor de la muerte. Sin equipo especial y bajo el sol intenso, caminan kilómetros para adentrarse en la ruta del infierno.

Apoyadas de varillas, machetes, picos y palas, acuden a diversos predios en busca de fosas clandestinas. Si hay algún indicio, por pequeño que sea, denominan a la jornada como «positiva». Todas ellas saben que cualquier montículo de tierra, ropa o huesos de animales puede contribuir para dar con «sus tesoros», como ellas los llaman.

Sin estudios de criminalística, medicina forense o ciencias policiales, han aprendido a dar con restos humanos, han aprendido a realizar el trabajo de las autoridades. Y aunque, su labor es fundamental para localizar fosas clandestinas, el gobierno no registra la totalidad de sus hallazgos. Invisibilizan la labor de las familias. Es otra forma de “desaparecer” a los desaparecidos en México.

Rastreadoras de Baja California Sur, Sonora, Sinaloa, Zacatecas, Veracruz, Guerrero y Michoacán han mantenido su presencia de forma permanente durante años, tal como se ha podido confirmar en sus redes sociales y en noticias periodísticas. Todas ellas son unas guerreras que, sin importar las condiciones climáticas, económicas, emocionales o de salud, salen a buscar a sus desaparecidos.

Las Rastreadoras son madres, hijas y hermanas ejemplares que intentan encontrar paz y tranquilidad a través de la búsqueda de sus seres amados. Resignifican su presencia, cuidan con amor la memoria de sus vidas y su cuerpo.

La búsqueda de estos grupos de mujeres continúa a la par de las desapariciones que no cesan. Desde el inicio de la llamada guerra contra el narcotráfico en nuestro país, las cifras oficiales contabilizan más de 90 mil desaparecidos.

En el país del silencio, en la tierra de nadie, se contabiliza por cada cuatro fallecidos por COVID-19, uno desaparecido.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, es momento de reconocer el papel de estas madres como protagonistas de uno de los movimientos que, junto con el feminismo, ha logrado visibilizar el grado de las distintas violencias que enfrenta nuestro país.

Ha quedado de manifiesto que la desaparición en México es otro síntoma de un país enfermo de violencia e impunidad. Por todo lo anterior, es tarea de las demás mujeres, las que sí tenemos el privilegio de tener a los nuestros a salvo, reconocer su valor desde nuestras trincheras. Comencemos por visibilizarlas y darles el lugar que se han ganado dentro de esta sociedad.

Manifestamos nuestra solidaridad con ellas, luchadoras incansables, cuya fuerza es loable e inimaginable. Esa esperanza que las mueve es inspiradora. Ahora y siempre, les decimos: ¡No están solas! Y ellos, sus tesoros, no son cifras.

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HERNANDEZ GARCÍA LEOPOLDO

ESCOBEDO HERNÁNDEZ MARÍA GUADALUPE

BAZALDUA GRIMALDO FERNANDO

LÓPEZ SÁNCHEZ SANTIAGO

URIBE AVILÉS JOSÉ LUIS

ZAVALA DUEÑAS ANTONIO

SERRA ORDAZ CARLOS EDUARDO

CASTILLO AGUAYO JOSÉ

BERNAL MERCADO CYNTHIA LIZETH

TREVINO CAMACHO JUAN LUIS

HERÁLDEZ LOREDO ARMANDO

RESENDIZ MEJÍA EDUARDO JAVIER

LÓPEZ GARCÍA GLORIMAR

VERA ALVARADO MINERVA

VIZARRETEA VINALAY NEMORIO

MACÍAS MURGUÍA GERARDO ISRAEL

ESPARZA CHAIREZ

HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ GREGORIO

OCHOA PINEDA ISARAEL

CARAPIA PÉREZ MIGUEL ÁNGEL

MUÑOZ TORRES CATARINO

CASTRO JARAMILLO FELIPE

CASTILLO AGUALLO JOSÉ

RODRÍGUEZ CURIEL JUAN PABLO

IBARRA TÉLLEZ JUNIOR JUVENTINO

SERRANO LEGARIA EDILBERTO

MEJÍA PINALES JOSUÉ

CORONEL CHAVARRÍA FLORENCIO

GARCÍA RAMÍREZ DANIEL GERARDO

ESPINOZA SALGADO JORGE

CHAVEZ MONDRAGÓN CLAUDIO JACOB

GÓMEZ GUIZAR JAIME

HERNÁNDEZ LÓPEZ LUIS JORGE

HIGUERA COTA SAÚL ENRIQUE

ROSALES QUINTANILLA JUAN JESÚS

SÁNCHEZ GALINDO CAMILO

JIMÉNEZ FRAGOSO DAVID

FLORES CONTRERAS JHONATAN

SOTO GARCÍA ANTONIO DAVID

SERNA RODRÍGUEZ ALBERTO

HINOJOSA BELMONTE JUAN JOSÉ

ÁNGELES FLORES JOSÉ ANTONIO

MOLLEDA QUINTANILLA EDUARDO LUIS

GUTIÉRREZ IBARRA BARDO ALBERTO

VALLEJO RODRÍGUEZ JOSÉ LUIS

EUSEBIO CASTILLO ROLDÁN

MIGUEL HERNÁNDEZ PABLO DARIO

AGUILAR LUNA JOSÉ JOEL

SÁNCHEZ ARREOLA JOAQUÍN

 

 

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