sábado, noviembre 23 2024

La producción y uso de microplásticos en el mundo creció exponencialmente desde la década de 1950 hasta rebasar los 320 millones de toneladas en 2015 y éstos se han detectado en alimentos de consumo humano, alertó la experta del Departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO, Esther Garrido.

Los microplásticos fueron detectados en alimentos como la cerveza, la miel y la sal de mesa, pero son los mariscos la fuente mejor conocida a la que se expone el consumidor.

Garrido dijo que a pesar de que los filetes de pescado y los peces grandes son dos de los productos más consumidos de la pesca, estos no constituyen las fuentes más probables o significativas de microplásticos.

“Si yo tengo un pescado al que normalmente le quito las vísceras cuando lo voy a consumir, muy probablemente yo no voy a estar consumiendo microplásticos”, añadió, citada por el portal Noticias ONU.

Así que desde el punto de vista de la inocuidad alimentaria “el riesgo es menor”, consideró.

Pero “cuando hablamos de animales o pescados pequeños que se consumen enteros, cualquier animal marino que se consuma con el intestino, pues podemos decir que los humanos estamos expuestos a la ingesta de esos microplásticos que previamente han ingerido en el medio marino”, aseguró Garrido.

Sea micro o macro, el plástico está causando estrés en los ecosistemas marinos y afectando los recursos pesqueros y acuícolas y es por ello por lo que se necesita aumentar la conciencia pública y limitar las fuentes y descargas de este material en el medio marino.

De hecho, más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales, muchas de ellas consumidas por humanos, como mejillones, ostras, almejas y camarones.

Un grupo de expertos de la ONU evaluó el impacto potencial de los microplásticos y los contaminantes asociados sobre la salud de los consumidores, y las implicaciones ecológicas para los organismos acuáticos.

Al auge en la producción y el uso de microplásticos en el mundo, se añade que la demanda de productos plásticos sigue aumentando, se estima que su producción alcanzará los 1000 millones de toneladas para 2050.

Como su nombre indica, los microplásticos son pequeñas partículas y fibras de plástico, pero no existen estándares establecidos para determinar su tamaño máximo. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) los identifica como partículas inferiores a cinco milímetros.

La FAO explica que el tamaño es un factor importante para determinar la medida en que los organismos pueden verse afectados. Los microplásticos, invisibles a simple vista, afectan principalmente a pequeños peces, organismos invertebrados y otros animales filtradores que tienen el potencial de entrar en nuestra cadena alimentaria.

Los microplásticos provienen de diferentes fuentes y son clasificados en primarios y secundarios. Los primarios son aquellos que se fabrican intencionalmente con cierto tamaño, tales como los granulados, los polvos y los abrasivos domésticos e industriales que se utilizan en cosméticos y productos para el cuidado personal, así como en textiles y prendas de vestir, entre otros.

La segunda categoría abarca aquellas partículas que proceden de la degradación de materiales más grandes, como bolsas, y de las emisiones durante el transporte terrestre, especialmente la abrasión de los neumáticos de automóviles en uso.

En el sector de la pesca y acuicultura se suele usar el plástico para fabricar aparejos de pesca, jaulas, boyas y para construir y mantener embarcaciones. Se utilizan también cajas y materiales de embalaje de plástico para transportar y distribuir el pescado y los productos pesqueros.

Los aparejos de pesca abandonados, perdidos o descartados son una de las principales fuentes de desechos plásticos marinos; sin embargo, no existen datos cuantitativos sobre la cantidad de microplásticos que son emitidos a partir de ellos.

Según la FAO, actualmente las áreas más afectadas por la presencia de microplásticos son el mar Mediterráneo, los mares del este y el sudeste asiático y las zonas de convergencia ecuatorial al norte del Atlántico y del Pacífico.

Los microplásticos contienen una mezcla de productos químicos añadidos durante su fabricación que pueden filtrarse en el ambiente. Estas partículas además absorben eficazmente sustancias tóxicas presentes en el medio marino como los contaminantes orgánicos persistentes.

“Además, los microplásticos son un sustrato sobre el que viven organismos marinos como invertebrados, microalgas, bacterias, hongos o virus (fenómeno conocido como bioincrustación), algunos de los cuales representan patógenos potenciales”, asegura la FAO.

Según los estudios, se ha observado que más de 220 especies diferentes ingieren desechos microplásticos en condiciones naturales. Excluyendo a aves, tortugas y mamíferos, el 55 por ciento de ellos son especies con importancia comercial, tales como mejillones, ostras, almejas, camarón pardo, cigala, anchoas, sardinas y arenques del Atlántico.

De igual forma, el estornino del Atlántico, las macarelas, las bacaladillas, el bacalao atlántico, la carpa común y la corvinata amarilla, entre otros.

Hasta el momento sólo se ha detectado microplástico en los intestinos de algunos organismos en pequeñas cantidades, pero escasos trabajos científicos han determinado su impacto a nivel poblacional.

A la fecha hay un conocimiento limitado al respecto, pero los estudios experimentales en laboratorio han demostrado que si pueden ser nocivos.

“Al someter a los organismos acuáticos en el laboratorio a concentraciones muy altas de microplásticos, sí que han visto efectos negativos, pero en animales salvajes es difícil de determinar”, añadió Garrido.

Expuso que “lo más importante es que se determine si realmente tiene un impacto en las poblaciones, ya que esto podría afectar la pesca y tendría impacto en la seguridad alimentaria”.

La especialista en inocuidad alimentaria para el Departamento de Pesca y Acuicultura de la FAO confirmó investigaciones de científicos para una evaluación de riesgo basado en la mayor exposición posible de un humano a microplásticos, el consumo de una ración de 250 gramos de mejillones, que contenía 9 microgramos de plástico.

En ella determinaron que, si existen concentraciones altas de aditivos o contaminantes conocidos, y asumiendo que se liberan completamente, tendrían un impacto significante al aporte dietético general de estas sustancias.

Los humanos ya están expuestos a contaminantes asociados a los plásticos a través de diversas fuentes como el agua, el aire y alimentos como los pescados grasos, el arenque y la caballa, por ejemplo.

La inhalación de polvos, la leche materna y los alimentos (incluidos pescados, crustáceos y moluscos), están considerados como las principales fuentes de exposición a los retardantes de llama bromados (compuestos altamente neurotóxicos).

Además, la exposición humana al bisfenol A (BPA) es bastante generalizada, ya que su presencia en la dieta humana es frecuente, especialmente a través de alimentos y mariscos enlatados.

Garrido explica que hasta el momento los científicos sólo han podido sacar conclusiones del impacto de los microplásticos en el consumo humano basados en compuestos que ya son conocidos y de los cuales existe un registro de toxicidad. Sin embargo los microplásticos podrían incluir muchos más.

“El problema con los microplásticos es que son polímeros con una mezcla compleja de aditivos para darles una utilidad muy concreta”, expone.

Unos tienen que ser más duros, otros tienen que ser más blandos, otros tienen que ser más flexibles, otros menos flexibles, con lo cual la mezcla de aditivos que llevan y la mezcla de polímeros es muy distinta con lo cual evaluar de qué están compuestos desde el punto de vista de evaluación de riesgos en la inocuidad alimentaria es muy complejo, asegura.

La experta afirma que se deben evaluar más compuestos ya que existen grandes lagunas en el terreno, y es por ello por lo que la mayoría de las veces los resultados son “aparentemente tranquilizadores”. Hasta el momento no se ha evaluado la toxicidad de los monómeros y polímeros más comunes del plástico ni de algunos aditivos plásticos comunes en mariscos.

“No hay técnica de laboratorio consensuada para determinar la presencia de microplásticos ni cuantificarlo por ejemplo en alimentos, eso es una laguna muy importante”, dijo.

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