domingo, diciembre 22 2024

por Aldo Cortés

“Me reafirmo en la voluntad de ruptura, siempre pospuesta -la nostalgia tira, la esperanza azuza, el afecto es la antesala del perdón, la distancia es el olvido- y siempre renacida”. FSD

Dedicado a las disoluciones y renacimientos. Un caballero no habla mal de las mujeres que amó.

Lo único triste en el proceso de escribir es advertir que elegir un camino te hace abandonar otro. La vida son senderos que constantemente bifurcan. Esto es así. ¿Reproches? Salvo el de no hacer todo lo posible para recorrer la mayor cantidad de ellos.

Decía Henry Miller que, la mayor parte de la literatura ocurre lejos de la máquina de escribir. Razón lleva. Los arcos de la vida nos sitúan en donde menos creímos estar, necesitar de quien menos pensábamos, llegar a donde alguien ya nos esperaba.

¿La tercera es la vencida? Escribo estas líneas sin mucho afán. He envejecido, no me reconozco, la entropía me deprime, los olores inundan, los colores son grisáceos. También hay mucho amor en saber cuando marcharse. El Capitán es el último abandonar el barco, tú y yo somos pasajeros.

Hay cierta melancolía que sólo las despedidas conocen; añorar lo que pudo ser. No puedes jugar a ser Peter Pan eternamente, no puedes prolongar lo que nunca empezó, definitivamente, no puedes ser más que tú mismo.

En futuras vidas, prometo encontrarte, no perder el tiempo con alguien más y recorrer más caminos juntos. Tal vez coincidamos en otro momento, uno menos complicado. No temas, nuestras huellas dactilares no se borran de las vidas que tocamos. Y, con todo, las líneas de tus manos son senderos que siempre reconoceré.

Es muy pronto para llamarnos viejos, porque cada despedida siempre parecía una excusa para volver a decirnos hola. Al destino le agradan las simetrías, las reincidencias, las ideas camufladas de monotonías. La primera mirada es la única que vale y, desde lejos, todo se ve mejor.

Todo es fúnebre desde que te marchaste. Estoy de luto sin saberlo. Desde que te fuiste siempre estoy lejos de casa. Aquí he permanecido, libre de vida, al borde de la melancolía inminente.

Nosotros que nos quisimos tanto. Qué lástima que fue.

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