Un gobierno no constructor
Memorial
Por Juan Manuel Mecinas
A nivel federal y a nivel estatal se ha entendido de manera errónea la función del gobierno en los últimos sexenios. Todo hace pensar que los gobiernos deben realizar grandes construcciones y así dejar un “legado”. El gobierno se concibe a sí mismo como una empresa de construcción y busca edificar obras porque entiende que es lo que se espera de él.
El actual gobierno se ha propuesto la construcción de un “tren maya” en el sureste mexicano, la edificación de un nuevo aeropuerto para la ciudad de México y de una refinería en Dos Bocas. Y buena parte de la discusión pública versa sobre la viabilidad de esos proyectos. El gobierno hace algo que todos los gobiernos realizan, aunque no sea precisamente lo que se espera de ellos. Ni qué decir que, en cada informe de gobierno, el presidente o los gobernadores presumen los kilómetros de carreteras y de caminos construidos y/o a los que se ha dado mantenimiento. Parece ser que sin ello tienen poco que informar.
Esas construcciones no satisfacen a muchos, por no decir que no mejoran la vida de millones de mexicanos. En su momento, la discusión sobre la viabilidad y costo de la construcción de un segundo piso en Periférico, para los habitantes de la ciudad de México, acaparó gran parte de la discusión, pero nunca se ha evaluado cuál es el impacto en la vida de los capitalinos después de que han pasado ocho o diez años desde su construcción. Lo mismo podemos decir del segundo piso en la Autopista México-Puebla, que tuvo un sobrecosto escandaloso, pero que, se aseguró, era necesario para tener más inversión y tener más empleos, así como ahorrar tiempo de traslado a millones de personas. Un quinquenio después de su inauguración, nadie tiene claro esos beneficios.
Estamos acostumbrados a discutir sobre las construcciones del gobierno y sus costos, pero poco se discute sobre sus programas, más allá del aspecto económico.
Ahora mismo, uno de los programas del gobierno federal, “Jóvenes Construyendo Futuro” está bajo escrutinio minucioso porque algunos presumen que no todos los chicos que están recibiendo ayuda de ese programa existen y/o que no todos la necesitan. Este es un asunto primordial y al que se le está poniendo una atención menor (meramente de sumas y restas). Junto con el programa de ayudas a adultos mayores, este programa trata llenar un vacío generado por la pobreza. Si existe un millón de jóvenes que necesitan (y para quienes es oro molido) contar con 2,000 pesos más cada dos meses, se puede discutir, y si esa es la forma adecuada de llenar ese vacío es también cuestión debatible, pero lo que no podemos dejar de lado es que, aunque parezca raro, el gobierno está recurriendo a un programa y no a una construcción (de cualquier tipo) para mejorar la vida de las personas. Se agradece, en ese entendido, que la respuesta sea la de un gobierno no constructor. Se necesita, por otra parte, que la discusión sea más allá de una cuestión presupuestal, porque es necesario se analice el impacto que esa política tiene o puede tener en las familias de los muchachos que reciben la ayuda del gobierno.
Construcciones y programas no son excluyentes, pero lo cierto es que el tipo de respuesta construcciones o programas que emprende el gobierno definen la sociedad que queremos. Ahora mismo, en Puebla estamos en espera de que el nuevo gobierno delinee los programas que echará andar para mejorar la vida de los poblanos, porque hasta ahora no tenemos construcciones ni programas, sino solo destrucción de lo que erróneamente Moreno Valle hizo en su sexenio (dejar vestigios de que las obras fueron construidas por su gobierno). Seguimos en espera de algo más concreto que el combate a la corrupción como fórmula repetida hasta la saciedad -y que seguramente el nuevo gobierno no dejará de utilizar. Necesitamos saber los programas y también las construcciones que desea emprender. Desterrar lo que su antecesor hizo mal es un paso que -aunque sea adecuado- parece que no es/era necesario.
Una vez emprendida la deconstrucción del morenovallismo, es indispensable saber las instituciones y los programas que el barbosismo quiere impulsar. Porque las respuestas empiezan a ser cortas. La información comienza a ser escasa; insuficiente para un gobierno con un mar de retos. Raquítica, ante tantos problemas sociales y ante tantas urgencias que dibujan la realidad de este estado.