Hay miradas que pueden rastrear lo más perverso de lo cotidiano, este es el caso de «No hay que hablar del silencio», el primer libro de cuentos del poblano Mario Galeana
Por: Luis Conde
¿Qué sucede cuando nos detenemos a observar lo que sucede detrás de nuestros movimientos, cuando nos cuestionamos lo que hacemos, lo que decimos…cuando identificamos eso que nos gusta o nos atrae pero que no decimos?
¿Qué pasa cuando ponemos la lupa sobre todo aquello que transcurre en el silencio?
Esta es justamente una mirada a «No hay que hablar del silencio», un compilado de diez cuentos en donde un salto a nuestros adentros, –a memorias y a fobias– es el hilo conductor de un vaivén que nos planta de frente aquello que decidimos guardar sólo para nosotros.
Este libro, publicado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), a través del Fondo editorial Opción, es también un análisis profundo de las manías que nos rigen; un close up a nuestras heridas, a marcas casi siempre ocultas y cuyas historias transcurren detrás de la cara que mostramos en el día a día.
«Hay que estar lleno de furia, hay que tener fuego en los ojos y no tener miedo nunca, porque solo así la muerte bajará la vista al encontrarnos.»
( El Norte y el Sur).
En estas historias, Mario Galeana desdibuja las líneas que dividen a nuestros personajes públicos y hurga en heridas casi microscópicas, y lo hace con poderosas historias que emulan al comportamiento de un océano: una marea inestable que da paso a una calma agonizante, esa calma que obliga a esperar el estruendo que rompa con la tensión que da la ausencia del ruido.
La mirada entrenada –y privilegiada– de Mario Galeana, también periodista y poeta, fue fundamental para retratar la perversidad de personajes con los que nos topamos a diario: oficinistas, bebedores compulsivos, estudiantes, drogadictos, para después dar un salto atrevido hacia el silencio que transcurre detrás, el de los escenarios, el de los baldíos donde se desechan cuerpos y apunta la lámpara hacia los parajes desolados en donde los rostros se ocultan de la mirada pública.
«Un día voy a estar parada frente al espejo y no sabré decir ni mi nombre, y entonces sí será el fin.»(No hay que hablar del silencio)
En las páginas de este libro se encuentran, además, figuras casi despojadas de su humanidad, seres consumidos por su propia ambición y miedos y que se ensimisman para esquivar el silencio tortuoso que amenaza con devorarlo todo.
En estos cuentos, que no haya duda, el lector encontrará algo muy suyo: un miedo, una mirada, un deseo, una historia en común, un personaje conocido y, en el peor de los casos, se encontrará a sí mismo, solo y de frente a las cosas que no dice, a las que se ocultan detrás de los labios sellados. Después de todo, lo fundamental ocurre siempre en silencio.