domingo, diciembre 22 2024

TALA / por Alejandra Gómez Macchia

Anaïs Nin no era feminista. Anaïs Nin amaba a los hombres y se sometía a sus juegos, aunque al final ella ganaba la partida. Anaïs comprendía más que nadie la importancia de no restarle valor a la hombría. Anaïs respetaba la masculinidad. Creo que, en el fondo, era uno de ellos. Anaïs fue el hombre más hermoso de este mundo.

La autora de “Delta de Venus” e “Incesto”, tenía clara una cosa: la masculinidad es la fuerza más poderosa.

¿La Nin fue una adelanta a su tiempo?

No. Creo que más bien estaba fuera de él. No se dejaba llevar por convenciones, sino por el más puro y duro instinto. Fue el animal más astuto del reino.

El sexo es, al final de cuentas, una batalla eterna contra la muerte. Uno tiene sexo para comprobar que está vivo, para reafirmar que el suelo sigue debajo de nuestros pies.

Pero Anäis fue más que una adicta al sexo. Era una mujer enamorada de sus hombres. De todos ellos: desde Hugo, pasando por Henry Miller y el doctor Allendy, hasta llegar a los extremos del delirio con su propio padre.

La escena donde se vuelve a encontrar con su padre, después de años de no verlo, es demoledora. El roce, la mirada (primero). Temor y temblor. Candor y lujuria.

Nin no publicó sus diarios completos hasta que se extinguieron sus amores, es decir, hasta que todos aquellos que pasaron por sus ancas murieron.

Era demasiado pedir que la sociedad de su tiempo comprendiera el fuego que la consumía.

Me gusta leer su diario porque desvela dos personalidades contrastantes: por un lado, su arrojo y desparpajo al meterse en la cama con Miller y su mujer (June) y por otro, las tribulaciones que en secreto vivía al encontrarse en el lecho de un marido al que amaba sólo por su paciencia y pusilanimidad. Pero ojo: Hugo, el venerable esposo, es el gran héroe romántico de la historia. Sin él, Anaïs no hubiera podido dar rienda suelta a sus apetitos. ¿Por qué conservaba a Hugo? Es complicado de explicar. La respuesta más simplista sería “porque la mantenía”. Sin embargo, creo que acá entramos de nuevo al tema de la masculinidad, pero en sentido inverso: la potencia sexual de Hugo era deficiente y su masculinidad se veía pisoteada por la Anaïs más cruel: la Anaïs masculina. Lo que no sucedía, por supuesto, con Miller, que era un pervertido, el macho por el que la subyugaba.

Al comenzar su relación de tres (Anaïs-Miller-June), la intención de nuestra heroína era principalmente hacer acopio de esa fuerza masculina para pasar sutilmente por encima de June, que estaba enferma de dependencia neurótica.

¿Y los celos?

En las páginas del diario de pronto queda al descubierto que Anaïs fue presa muchas veces de ese mal. A veces, en la soledad acompañada que vivía al lado de Hugo, se revolcaba de angustia y caía en lapsos depresivos cuando pensaba que la relación June-Miller poseía un elemento del que ella carecía, o que aparentaba carecer: la sumisión.

Anaïs rompió con todos los códigos de honor que marcaron su época, sí, pero en el fondo nunca se pudo desprender del todo de ese sentimiento que hace la diferencia entre ser una persona desalmada y ser una persona noble: Anaïs amó a Miller de una manera descarnada, sin embargo, siempre supo que para amar bien a un hombre (y para ser inolvidable en su vida) lo más audaz y valiente (y sensato) es aplicar una fórmula poco utilizada: no lo ames a él, ama su libertad.

Por eso digo que Anaïs Nin no era feminista, o al menos no la clase de feminista que se conoce hoy en día.

Anaïs Nin descubrió a tiempo que para quedarse con las canicas de un niño, hay que hacer sentir todo un hombre al niño que se cree dueño de las canicas ajenas.

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About Author

Alejandra Gómez Macchia

Truncó su carrera de música porque se embarazó de Elena. Fue bailarina de danzas africanas, pero se jodió la rodilla. No sabe cómo llegó al periodismo (le gusta porque se bebe y se come bien). Escribe para evitar el vértigo. En el año 2015 publicó “Lo que Facebook se llevó” (Penguin Random House), y en unos meses publicará un libro de relatos, “Bernhard se muere”, en la editorial española Pre-Textos.

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