viernes, mayo 3 2024

El consumo de mariguana ya es legal el Canadá. No es noticia. Todos lo sabemos. Lo que no sabemos bien a bien es cómo el gobierno regula los 20 gramos que cada individuo puede portar en su bolsillo. ¿Cómo le hace el Estado para que los más mariguanos no abusen?

¿Se puede controlar eso?

Quizás en Canadá sí.

Lo digo porque he tenido oportunidad de estar varias veces en Montréal, y en esa hermosa ciudad la gente se comporta con bastante ética. Son ordenados hasta en la manera de cruzar las calles (esperando la luz verde peatonal aunque no se divise un carro o un bus a kilómetros). Asimismo, los canadienses son incapaces de regatear un precio o de armar tretas para evadir impuestos, etcétera. Digamos entonces que la gente es bastante consciente de cómo sobrellevar la libertad. No son marranos ni trompudos.

Leo un artículo sobre las restricciones de la ley “mota pa todos” porque me interesaba saber la dinámica de los pachecos de por allá, es decir, si uno puede llegar como Pedro por su casa a encender un porro en el cine o en un restaurante mientras los demás comensales (pachones o no) comen y pasan tiempo en familia.

Es una duda que no había podido resolver hasta leer el artículo, y descubro que, efectivamente, la ley contempla que el uso lúdico de la mota (para todo aquel que quiera usarla) tiene sus notas al calce.

¿Hay bares y restaurantes que aceptan que la gente se “coloque” en público? Los hay, pero son lugares exclusivos para consumidores de cannabis. O sea, uno no puede llegar a cualquier restaurante de Place des arts y sacar el hitter (pipa discreta para fumar yerba) o el porro y ponerse bien Bob Marley enfrente de los demás… aunque la policía ciertamente es bastante laxa y si vas, por ejemplo, caminando de tu chamba al bar, puedes darte un toque y seguramente no te llevan a la cárcel ni mucho menos, mientras demuestres que no portas  más de los 20 gramos permitidos.

Lo que no me queda muy claro es cada cuánto puede un pachecón ir a surtirse de yerba a los estanquillos; porque estamos de acuerdo que hay banda muy atascada a los que esos 20 gramos les hace cosquillas. Esos compadres que si están tristes, se dan un toque. Si están felices, se dan un toque. Si los corrieron, toque. Si la novia los bota, toque. Si el invierno se adelantó, toque. Si los dejó el tren, toque. Y así hasta el infinito.

Es del dominio público que los canadienses son buenos pa la mota, si no basta ver las largas filas que se hicieron los primeros días en los que entró en vigor la ley.

Todo este choro viene a cuento porque este fin de semana me puse a pensar cómo sería el tema si se logra legalizar la mariguana en México.

Tomando en cuenta que acá no somos tan civilizados y obedientes como en Canadá, ¿de qué forma papá gobierno podrá mantener a raya a nuestros pachecos legendarios que, una vez liberados, no creo que se comporten como los quebecoises?

(Antes de seguir escribiendo quisiera aclarar algo: cuando digo de “pachecos”, “mariguas”, «pachones», «motos»,  etcétera, no lo hago con ningún tufillo moral, ya que yo misma, hace ya unos ayeres , engrosé esas  selectas filas. Por eso me siento en plena confianza de utilizar dichos adjetivos porque entre pachecos es hipócrita ofenderse, por muy rehabilitados que estemos, ¿ok?)

Este fin de semana estuve sentada en varios restaurantes y, como siempre, pedí mi mesa en área de fumadores. Me parece muy justo que los restaurantes tengan este tipo de lugares pues finalmente los fumadores (aunque somos apestados sociales) tenemos derecho a vivir y a morir como mejor se nos dé la gana.

Una vez sentada, y luego de degustar la comida, pensé precisamente en el punto de cómo le hará gobernación, ¿cuáles serán las acotaciones a la ley “mota feliz” si es que llega a proceder?

Imaginaba entonces que no todos los fumadores de tabaco toleran a los mariguanos y viceversa. Y que en aldeas como Puebla, los mariguanos (aunque sean mariguanos “nice” que vivan en La Vista y barrios de lujo) seguirán siendo señalados por los árbitros del decoro (aunque esos árbitros del decoro tengan vicios más marranos como la coca o la ludopatía o el sexo con menores).

Imaginé a Puebla en tiempos de la ley “mota feliz”, y la imaginé caótica. Aunque pensándolo bien, creo que los pachecos poblanos seguirían ocultando sus mañas nada más para evitar las habladurías, así como muchos ocultan sus desmadritos extramaritales y sus verdaderas preferencias sensuales.

Imaginé que, efectivamente, los pachecos asumidos y sin ataduras sociales serán felices ponchando su mota mientras caminan de la chamba a sus casas o a su bar de confianza, pero no imagino a los pachecos fifís liando en porro en Angelópolis por más que esto esté permitido.

Supongo que, tal como en Canadá, la ley que permita el uso lúdico de la mariguana tendrá sus regulaciones. Por ejemplo, según el artículo que leí, en el país de la flor de maple es tolerado fumar sin que te atoren, pero sólo en lugares privados, es decir: puedes meterte una pachequiza en tu casa, o en casa o en el jardín del vecino. Puedes incluso llegar con pálida (o malilla) a un hospital público y no ser acusado de estar burlando la ley, y el hospital debe prestarte el servicio adecuado.

Después de leer dicho artículo aún no tengo muy claro sobre qué es lo que pasa si, por ejemplo, estás en el MAC (Museo de arte contemporáneo de Montreal) y quieres darte un toque viendo alguna instalación. Tendría que investigar con mis amigos canadienses…

Lo que me intriga es saber cómo en país tan caótico y corrupto como México va a poder regular el uso lúdico de la mariguana si todo el mundo sabe que los mexicanos somos expertos en burlar la ley, o en palabras más sencillas: los mexicanos solemos atascarnos en el chiquero ajeno aunque tengamos el chiquero más grande entre de la granja de marranitos.

¿Cómo controlará el Estado el gandallismo histórico que nos precede?

Que alguien me explique.

 

 

 

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