jueves, noviembre 21 2024

Memorial
Por Juan Manuel Mecinas

Muchos se preocupan porque Andrés Manuel López Obrador proponga a los ministros de la Corte en un número que ponga en riesgo la independencia judicial. El presiente de la Suprema Corte ha salido a defender la autonomía de su tribunal retando a que se demuestre que la Corte ha dictado alguna sentencia alejada de esa autonomía.

En su columna de este lunes en Reforma, Jesús Silva Herzog-Marquez critica la respuesta de Zaldívar y su artículo en Milenio de hace algunos meses donde el Presidente de la Corte refería que la Corte debía escuchar a las urnas -en relación a las elecciones de junio del año pasado en las que Morena y López Obrador arrasaron.

Silva tiene una visión de la Corte que no necesariamente es la correcta. Olvida que el panismo (Fox y Calderón) impulsó al menos a 8 ministros durante los doce años que gobernó. ¿Por qué entonces no había autoritarismo ni el riesgo que hoy muchos perciben? En ese punto, Zaldívar tiene toda la razón al preguntar dónde estaban antes quienes hoy se preocupan por la autonomía de la Corte. En otras palabras, parece que no les desagradaba la idea de que ministros conservadores como Pardo, Pérez Dayán  o Gutiérrez ocuparan  un lugar en la Corte, pero sí que lo ocupe alguien propuesto por López. En otras palabras, que ven un peligro en que el presidente controle a la Corte, cuando otros vemos un riesgo de tener una Corte con una visión retrógrada en algunos temas como el aborto, la regulación de drogas o el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Por supuesto que esto no significa que López Obrador tenga un cheque en blanco. Lo único que se afirma es que tiene el derecho a proponer como todos los anteriores presidentes. Y ese no es un riesgo, sino sólo una dinámica normal de un  régimen democrático. Algunos olvidan que durante el periodo de Calderón llegaron a la corte 4 ministros y de ellos solo un progresista – Zaldívar.

En este sentido, no hay que olvidar que la Corte es más o menos autónoma según lo quieran sus miembros. Aunque a Zaldívar lo propuso Calderón, el ahora presidente de la Corte no permitió la intromisión de Calderón a través de su secretario de gobernación en el caso de la guardería ABC. Por eso,  Zaldívar pregunta dónde estaban esos defensores de la Corte cuando -ahí de forma indudable- la Corte era atacada desde un ejecutivo que había nombrado -junto con su antecesor panista- a la mayoría de miembros de la Corte.

Si la Corte debe o no escuchar a las urnas es un aspecto mucho más discutible, pero que no es tan claro como lo quiere proponer Silva-Herzog. La Corte ha sido parte de un sistema en el que el ciudadano se siente excluido y vilipendiado si es que se afectan  los intereses de ciertos grupos de interés.. El caso de Medina Mora es paradigmático. En todo caso, no escuchó las urnas, las que decían que no se quiere más corrupción, no importante el nivel.

Y en ese caso, parece necesario que la Corte escuche al ciudadano que no sólo se expresa en las urnas, sino en distintas plataformas. Una Corte abstraída de la realidad no es deseable. Jesús Silva-Hergoz tiene razón en que no debe impulsar la agenda de una determinada facción política, pero también habría que decir que el activismo de la Corte contra agendas políticas mayoritarias que respeten minorías tampoco es deseable. Ni una corte sorda ni una corte intervencionista. No es deseable ni lo uno ni lo otro. La corte necesita más legitimidad, pero eso no se la da la persona que nombra a sus miembros. Son sus resoluciones; sólo sus resoluciones.

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