A cuentagotas y confinado
Salmos profanos / por Aldo Cortés
Solomon said: There is no new thing upon the earth. So that as Plato had an imagination, that all knowledge was but remembrance, so Salomon gave his sentence that all novelty is but oblivion. Francis Bacon
PREFACIO
He sido escritor, incluso antes de escribir. No soy buen escritor, y probablemente nunca lo seré. Otras serán las personas y los factores que lo determinen. Pero de momento -siempre- escribiré hasta que el cuerpo languidezca: en esta o entra vida volveré.
Escribir no es una profesión. Escribir es una
vocación. Y continuaría escribiendo, aunque me hállese confinado en una isla
desierta. No me mueven razones para escribir; escribir no es comunicarse, sino
expresarse. De ahí lo complicado de la empresa. Se escribe por algo, aunque no
para algo. Lo Bhagavad Gita; hacer las cosas por sí mismas.
Entonces, ¿qué me empuja hacia el abismo de la incertidumbre? Ser leal a mí
mismo. Descender al infierno para conocerlo.
El escritor, como el resto de las personas, corre al escuchar el grito de “fuego”. La diferencia reside en que el escritor, contrario a lo que se pudiera llegar a pensar, no corre para huir; corre para unirse al fuego, conocerlo, admirarlo… ser la chispa del incendio. Así las cosas. La literatura es un viaje. Emprender el viaje es el trabajo del escritor; aventurarse y entregarse a los indómitos caminos de la voluntad, de la disciplina y de la abnegación y, sobre todo, al camino de la vida. La mayor parte de la literatura ocurre lejos de la máquina de escribir. Cuestión de carácter y de estilo, pero ciertamente, también de talento y dotes. La literatura es más que un libro idealizado… es ordenar el tiempo que nos rodea y darle significado a la vida. Vivir un libro es formar una simbiosis con él.
Escribir es el don de la contrariedad; hoy pienso esto y mañana – tal vez- proclamaré exactamente lo contrario. Dos han sido los derechos a los que hemos renunciado: el derecho a marcharnos y el derecho a contradecirnos. Lo primero no está peleador con lo segundo, quien se inmiscuye a la indómita tarea del nosce te ipsum sabe lo que significa mirarse al espejo y no encontrar ningún reflejo.
Y será allí, lejos de los nefandos intereses y del mundo moderno, que voltearé los ojos en propio pecho, que escucharé el corazón -manteniendo la emoción del espectro, observando quieto y atento- que fluiré y todo lo que escriba, regresará a su origen: el silencio.
Quienes saben, no hablan; quienes hablan, no saben.