jueves, noviembre 21 2024

Por: Mario Alberto Mejía / @QuintaMam

Miguel Barbosa Huerta regresó a su Alma Máter: el Senado de la República.

Y lo hizo para sentarse con Alejandro Armenta Mier.

¿Testigo de honor?

Ricardo Monreal.

No es que éste lunes se hayan acabado los conflictos entre ambos.

Más bien es el inicio de una reconciliación que terminará por beneficiar a ellos y a Morena, su partido, en vías de ganar la gubernatura de Puebla.

Para que haya un pleito se necesitan dos, dice el lugar común.

Y vaya que lo hubo.

Pero para que haya una reconciliación también son dos los requeridos.

En las próximas horas las dos partes pondrán lo suyo para limpiar el camino.

Armenta, por ejemplo, retirará la impugnación que interpuso en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Con esto se acaba un capítulo cargado de pasiones y descalificaciones mutuas.

Lo que sigue será abonar para una victoria contundente de Miguel Barbosa.

Panistas y priistas usaron el nombre del senador con licencia para abonar su causa.

Con filtraciones hechizas y mensajes subliminales hicieron creer que estaba con ellos.

No fue así.

Y es que Armenta, por ejemplo, se negó tres veces a sentarse con Héctor Larios, secretario general del CEN del PAN.

Hay que decirlo:

Hoy puso en la canasta de la negociación dos atributos básicos para crecer en política: madurez y sensatez.

A cambio pide respeto.

Los astros se están alineando para ellos.

Pronto veremos a Armenta en los mítines del candidato de Morena.

El resto será cosa del pasado.

O como diría Fernando Crisanto en su leidísima columna —hoy en receso:

Anécdotas que se cuentan.

.

.

La Estupidez es Humana y Cobra en el INE 

Kafka despacha en la Junta Local del Instituto Nacional Electoral en Puebla.

Sólo así puede explicarse que una serie de personajes salidos del averno acudan a las oficinas de 24 Horas Puebla para dejar citatorios intimidatorios en contra de nuestro reportero Mario Galeana, quien además es un brillante cuentista cuyo primer libro fue publicado por una institución educativa de excelencia: el ITAM.

No sé por qué me imagino a esos personajes kafkianos llevando sus citatorios metidos en gabardinas negras.

Por algo será.

Lo cierto es que el gravísimo delito por el que buscan someter y amedrentar a Galeana tiene que ver con un tuit.

Un tuit, hay que decirlo, redondo como una nuez con cáscara.

Un tuit inofensivo que ni siquiera tiene una idea propia.

Y es que en ese tuit, el reportero citó las palabras de Miguel Barbosa Huerta, candidato de Juntos Haremos Historia a la gubernatura de Puebla.

Con lenguaje y ortografía de sheriff de pueblo, el autor anónimo del panfleto habla de “la probable participación de Mario Alejandro Galeana Juárez en los hechos denunciados e investigados en este expediente, por lo que respecta a hechos que supuestamente sobrepasan la libertad de expresión al cometer actos de calumnia”.

¿Cree el hipócrita lector que un modesto tuit como el que hice referencia líneas atrás puede sobrepasar la libertad de expresión y convertirse en un acto de calumnia?

Hay que ser ignorante para concluir esa aseveración.

Si México no fuera México sino China o Corea del Norte entendería la monstruosa acusación, pero hasta un niño de seis años sabe que en este país las redes sociales no están reguladas, y por lo tanto no hay delito ni falta administrativa que valga.

El colmo es que al hablar de “acto de calumnia” ignoran también que ese delito ya no existe.

(En Puebla, en 2011, fue sustituido por el de daño moral, que no es penal).

En otras palabras: a Mario Galeana lo quieren enjuiciar por un delito inexistente con una ley inexistente.

¿Joaquín Rubio Sanchez, vocal ejecutivo de la Junta Local del INE en Puebla, estará enterado de esta aberración o también es partícipe de la misma?

Antes de dejar al hipócrita lector con el minucioso relato de Galeana, que da fe de esta novela kafkiana, cierro con estas líneas suyas que son luminosas y puntuales:

“Nuestras autoridades electorales siempre se rebasan a sí mismas. (…) No se espera nada de ellas y, sin embargo, (siempre)logran decepcionarnos”.

He aquí Galeana:

Al mediodía del martes 9 de abril, el subdirector de 24 Horas Puebla, Ignacio Juárez, me envió un requerimiento de la Junta Local del INE dirigido al periódico. En el documento, la autoridad electoral solicitaba al diario explicar cuál era el cargo que yo ocupaba, además de proporcionar mi domicilio. Lleno de tecnicismos, de aquel escrito se infería que la autoridad electoral me buscaba por un mensaje en Twitter. ¿En Twitter? ¿A mí? ¡Pues qué carajos escribí! Revisé una y otra vez mi timeline para tratar de entender qué pude haber dicho para ser requerido por el INE. Y no hallé nada, lo que me llenó de dudas.

Las dudas se disiparon dos días después. El 11 de abril, otros dos notificadores del INE se presentaron en las oficinas del periódico para dejar otro requerimiento, pero esta vez dirigido exclusivamente a mí. El requerimiento formaba parte del expediente JL/PE/GSGT/JL/PUE/PEF/27/2019, motivado por la presentación de una queja que la ciudadana Guadalupe Sandy García presentó en contra de Miguel Barbosa Huerta.

En el documento, la Junta Local del INE me pedía aclarar si yo era propietario del perfil de Twitter @MarioGaleana_, y, en ese caso, validar la autenticidad de un mensaje que escribí el 24 de febrero, en el contexto del arranque de las precampañas electorales en Puebla. Aquel día, yo había sido designado para dar cobertura al mitin de arranque de Miguel Barbosa Huerta, quien a la postre fue designado candidato a la gubernatura de Puebla. En algún momento de su discurso, Barbosa lanzó un dardo hacia uno de sus rivales, Alejandro Armenta Mier. Yo cité su discurso y lo interpreté con el siguiente mensaje:

“A mí nadie me puede decir que me cerraron una averiguación previa como negociación con el gobernador anterior, o que me entrevisté con el gobernante anterior, o que tuve un encuentro secreto (con él)”, dice @MBarbosaMX en alusión a @armentaconmigo”.

–Así que todo esta movilización por un mensaje de 249 caracteres–, pensé. Pero no sólo era eso. La Junta Local me pedía explicar con qué propósito había creado esa cuenta en Twitter y desde cuándo. Además del motivo por el cual había escrito ese tuit y, en específico, si había recibido alguna clase de remuneración por hacerlo.

Todo me pareció una insensatez, porque cualquier persona tiene derecho, primero, a crear una cuenta de Twitter; y segundo, a escribir lo que se le venga en gana. Sin embargo, di contestación al INE en un documento en el que expliqué que había creado mi perfil con la libertad y el derecho al acceso de la información que posee cada ciudadano, además de que era utilizada para las labores informativas propias del periódico en el que trabajo. No fui omiso al explicar que abrí mi cuenta de Twitter el 12 de septiembre de 2015 a las 10:57 horas ‪de la mañana —hay aplicaciones que permiten verificar esto—, y que la inauguré con un verso de Octavio Paz: “Sin entender comprendo:/ también soy escritura/ y en este mismo instante/ alguien me deletrea”

Luego dije que el objetivo de haber escrito aquel tuit del 24 de febrero había sido estrictamente informativo, que la declaración se había realizado en un evento público y que tantos otros medios la habían consignado en sus portales y ediciones impresas. Por último, aclaré que NO había recibido ninguna clase de remuneración por haber escrito ese mensaje.

Cuando terminé de escribir toda esta explicación ya era ‪de noche. A la mañana siguiente, el 12 de abril, mientras me dirigía a la Junta Local del INE para presentar mi contestación, desde la redacción me comunicaron que otros dos notificadores del órgano electoral habían acudido para presentar un requerimiento idéntico al anterior.

–Entonces es así como nuestra autoridad electoral desquita nuestros impuestos: citatorio tras citatorio, requerimiento contra requerimiento, sólo para que un periodista explique por qué escribió algo en su cuenta de Twitter– pensé. Carajo. Al llegar a la sede electoral, presenté mis documentos y di por zanjado el asunto: ¿qué otra cosa podría pasar?

Está claro que nuestras autoridades electorales siempre se rebasan a sí mismas. Que no se espera nada de ellas y que, sin embargo, logran decepcionarnos. Prueba de lo anterior es que la tarde del lunes 22 de abril, recién llegado de las vacaciones de Semana Santa, la Junta Local del INE me envió un nuevo citatorio. Esta vez no se trataba de un cuestionario, sino del emplazamiento para acudir a una audiencia de partes y alegatos que habrá de realizarse al mediodía del viernes 26 de abril.

En el citatorio, la Junta Local del INE aduce que una “investigación preliminar efectuada por esta autoridad electoral desprende la probable participación de Mario Alejandro Galeana Juárez en los hechos denunciados e investigados en este expediente, por lo que respecta a hechos que supuestamente sobrepasan la libertad de expresión al cometer actos de calumnia”.

Las autoridades requieren que el día de la audiencia presente documentación relacionada a mi domicilio fiscal, RFC, capacidad económica y documentación relacionada con el ejercicio fiscal anterior y, de ser procedente, lo correspondiente al ejercicio fiscal en curso.

Obsequiosos, los representantes de la Junta Local del INE detallan que puedo comparecer personalmente o por escrito el día de la audiencia.

Y todo por un mensaje de 249 caracteres.

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